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Inteligencia sexual

Inteligencia sexual

Para muchos, la atracción sexual que sienten por otros es casi sinónimo de una “atracción fatal”. Y se refieren a ella con expresiones tales como “perdí la cabeza”, “estoy obsesionado”, “me tiene loco”, “no hago otra cosa que pensar en tí”, para decirlo con Serrat.

Palabras que, además de mostrar la urgencia y la intensidad de la pasión amorosa, revelan que solemos colocar al sexo y a la inteligencia en planetas muy distantes.

Sin embargo, los psicólogos Sheree Conrad y Michael Milburn, docentes e investigadores de la Universidad de Massachusetts, acuñaron hace unos años el término “inteligencia sexual”. Este, junto a muchos otros tipos de inteligencia, comenzó a ser estudiado e identificado a partir de la paradigmática “inteligencia emocional” de Daniel Goleman. Como ocurre con la mayoría de las realidades humanas, una vida sexual satisfactoria no es algo dado ni obvio. Se construye. Y esta construcción parece tener una relación muy estrecha con el desarrollo de la inteligencia sexual.

Inteligencia sexual
Saber es poder

Los elementos que componen esta clase especial de inteligencia son, en primer lugar, los conocimientos sexuales. En este sentido, resulta fundamental estar informados -desde un punto de vista científico- acerca de la sexualidad humana. Esto significa despojarnos de prejuicios y desmantelar los muchos mitos y creencias erróneas en torno del sexo con que hemos crecido. Una y otra vez ciertos tabúes familiares, escolares, religiosos, moralistas y su divulgación masiva y seudocultural, son los principales responsables de mucha información distorsionada? o desinformación. Y están en la base de gran parte de las disfunciones sexuales y, en consecuencia, de la insatisfacción sexual.

Un secreto de a dos

Más interesante todavía resulta el segundo elemento a tener en cuenta: tomar conciencia de nuestro yo sexual secreto. Hacerle caso al célebre “conócete a ti mismo” del oráculo de Delfos. Aquí parece estar la clave fundamental de la inteligencia sexual.

Reflexionar sobre qué nos atrae, qué nos produce rechazo, con qué nos sentimos conmovidos, con qué fantaseamos, a qué le tememos, de qué manera percibimos nuestro cuerpo, cuáles fueron nuestras experiencias traumáticas o dolorosas y un larguísimo etcétera: todo esto nos introduce en nuestro “yo sexual secreto”, la verdad sobre nosotros como seres sexuales. Este camino de autoconocimiento requiere introspección, en muchos casos psicoterapia y una gran dosis de valentía.

Pero solo así podremos darnos cuenta de cuáles son nuestros auténticos, legítimos y saludables deseos, y seremos capaces de diferenciarlos de otro tipo de impulsores de la atracción entre las personas: la demanda neurótica de afecto, la repetición de modelos parentales patológicos, las tendencias autodestructivas.

Por último, la capacidad de conexión con otras personas es también decisiva. Esto implica la habilidad social e interpersonal de poder hablar sobre nosotros con nuestra pareja. Y a la inversa, debemos desarrollar la capacidad de escuchar sin juzgar, de ser empáticos y comprensivos con su “yo sexual secreto”.

Este es otro gran desafío, porque hemos aprendido desde muy chicos a no hablar sobre sexo. Y de grandes, es probable que pocas veces lo hagamos de manera seria y comprometida.

Ser “sexualmente inteligentes” es también advertir que nuestra dimensión sexual, con sus vicisitudes, dificultades y misterios, nos ofrece siempre la oportunidad de aprender: al igual que el cuerpo, el sexo es un maestro.