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Necesitamos una conversación con la luna

Necesitamos una conversación con la luna

La Luna está sola. Es única en el cosmos conocido: una roca solitaria cuya anchura es la cuarta parte de la de su planeta anfitrión, el único lugar donde se ha encontrado vida. Es un páramo desolado, alcanzado por la luz solar y cubierto de cráteres que alberga poco excepto lo que nosotros llevamos, ya sea con nuestras mentes o con nuestras naves espaciales. Pero eso está a punto de cambiar.
Los humanos no han tocado la Luna desde el final del programa Apolo en 1972 y los robots tan solo lo hacen de vez en cuando a través de iniciativas costosas con financiamiento gubernamental que a menudo fracasan. Sin embargo, por primera vez, el capital privado ocupará la Luna, incluidas pequeñas empresas emergentes cuyos objetivos trascienden la ciencia y la exploración, con el lanzamiento de aterrizadores y cápsulas.

Antes de que acabe esta década, si tienes un telescopio con la potencia suficiente, es posible que veas evidencias de construcción humana o incluso de habitación en la Luna.

La libertad de elegir cualquier carga podría generar controversias. El fallido aterrizador Peregrine transportaba pequeñas cantidades de restos humanos incinerados. Un aterrizador israelí transportó unos cuantos miles de tardígrados deshidratados, criaturas microscópicas que pueden sobrevivir en el vacío del espacio. No está claro qué les sucedió cuando se estrelló el aterrizador, pero el intento generó nuevas preocupaciones sobre el traslado de materiales biológicos a la Luna. En lanzamientos futuros se intentará enviar más restos humanos incinerados a la Luna, así como cápsulas del tiempo, mensajes y otros materiales que seguramente provocarán objeciones diversas.
Es probable que esta nueva era de misiones lunares cambie la relación de la humanidad con la Luna.

“El acto de depositar en la Luna restos humanos y otros materiales, que podrían percibirse como desechos en cualquier otro lugar, equivale a profanar este espacio sagrado”, escribió Nygren.

Antes de que esto ocurra, nos debemos a nosotros mismos —y a la Luna— considerar detenidamente lo que representa el único satélite natural de nuestro planeta. Todo lo que hagamos con ella durará para siempre. Tenemos una enorme responsabilidad con el futuro de la Luna y el de todos los que viven a su lado.
El mundo que acompaña a la Tierre, inerte y espectral, guía nuestra existencia. Protege nuestro planeta del caos climático al moderar el eje terrestre. Fomentó la evolución de la vida compleja. Gracias a su marea, la Luna puso en tierra a los animales vertebrados. Los primeros humanos la utilizaron para marcar el tiempo, crear calendarios y forjar las primeras civilizaciones; después, la usamos para consolidar el poder, desarrollar la religión e inventar la filosofía y la ciencia. En conclusión, ha desempeñado un papel fundamental en nuestra evolución biológica y cultural y es un elemento primordial en todo, desde las trincheras de la guerra hasta nuestros sueños más idealistas.