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Madrid Arena Criminalización de la música electrónica

Madrid Arena Criminalización de la música electrónica

Madrid Arena Criminalización de la música electrónicaLa última noche de Halloween cuatro chivas entre 17 y 18 años murieron en el Madrid Arena durante una macrofiesta donde el cabeza del cartel era el DJ Este Aoki; una quinta víctima, que quedo en estado crítico la noche del suceso, falleció el pasado jueves 29 de noviembre. Las inaceptables declaraciones del fiscal general del estado culpando a sus familias demuestran que en España todavía se mira la música electrónica como un submundo sórdido repleto de gente disfuncional. Victor lenore intenta explicar en el presente artículo la larga historia de rechazo a este género musical en su país.

Son las declaraciones más ofensivas y delirantes que haya hecho un alto cargo público tras una tragedia: “Estas macrofiestas son un verdadero problema social que responde a todo un problema sociológico generacional, de estructura familiar, que hay que atender, pero sobre todo con la perspectiva de la legalidad”. Eduardo Torres-Dulce, Fiscal General del Estado, realizó un brutal despliegue de insensibilidad frente a los padres de cuatro jóvenes recién fallecidas. Cuesta imaginar otra situación en que un funcionario de primer nivel pueda culpar a los familiares de las víctimas y que nadie lo obligue a presentar su dimisión (ni siquiera se conocen presiones para que se disculpe). En gran parte, esto es posible gracias a una larga historia de desprecio a una escena musical estigmatizada desde la ruta del bakalao, un fenómeno juvenil que explotó a finales de los ochenta y que los medios de comunicación decidieron cubrir en la sección de sucesos en vez de en la de cultura, que es donde correspondía. En los tres párrafos finales desarrollo este argumento con más detalle.

Cualquiera que haya asistido a las macrofiestas de Diviertt sabe que la promotora no mimaba precisamente a su público. Así lo explicaba la crónica en estas páginas (ver Rockdelux 273) del festival Klubbers’ Day 2009, celebrada también en el Madrid Arena los días 3 y 4 de abril de aquel año: “Es también obligado mencionar la manifiesta hostilidad de la organización con los asistentes. Primero, la económica, con la botella de agua a cinco euros, copas a diez, párking a otros diez y obligación de comprar una consumición si se salía y entraba al recinto. También hubo maltrato literal: una docena de empleados con chaleco de ‘información’ pululaban por el estadio confundiendo muchas veces a la gente con ganado”. Diviertt siempre puso el lucro por encima del cuidado a sus clientes. Para funciones de “información, orientación y gestión de accesos” subcontrataba a la empresa Kontrol 34, dirigida por Juan Carlos García Perdiguero, “histórico cabecilla del grupo ultra Frente Atlético, seguidores violentos y neonazis del Atlético de Madrid”, según el diario digital ‘Público’.

Madrid Arena Criminalización de la música electrónica¿Cuánto se desbordó el aforo? El diario ‘20 Minutos’ filtró que el primer atestado policial calculaba que entraron 23.000 personas en un espacio con límite legal máximo de 10.600.

El mismo medio afirma que la noche de Halloween los empleados de Kontrol 34 no distribuyeron a los miles de asistentes en diferentes plantas y que cerraron las puertas de salida de la pista creando un embotellamiento que causó la muerte a las chicas. Los sesenta y tres efectivos de dicha empresa no tenían formación ni permisos para labores de seguridad. Cobraron seis euros la hora y no fueron dados de alta por su trabajo. Aparte de esclarecer el papel de la policía y el de Kontrol 34, el juez deberá determinar la responsabilidad de Seguriber, empresa contratada por el Ayuntamiento, que aportó treinta y ocho vigilantes.

¿Cuánto se desbordó el aforo? El diario ‘20 Minutos’ filtró que el primer atestado policial calcula que entraron 23.000 personas en un espacio con límite legal máximo de 10.600. Las cifras no pueden tomarse como definitivas, ya que la policía está usando recreaciones digitales en tres dimensiones para calcular con mayor exactitud el número de asistentes. Lo que nadie duda es que el aforo se superó con amplitud.

Miguel Ángel Flores, propietario de Diviertt, ya presumía en 2009 de que iba a meter 30.000 personas en una fiesta de nochevieja en el Madrid Arena, según recuerda ‘El Mundo’. Además, el diario alberga la sospecha de que el empresario tenía un contacto en el Ayuntamiento que le permitía saltarse la legislación, como indican unas escuchas policiales de la Operación Edén.

Por si fuera poco, técnicos municipales del Área de Urbanismo descubrieron en 2010 que el Madrid Arena tenía “graves fallos de seguridad”. Entre las deficiencias señaladas, destaca que el número de los pasillos para salir a la calle eran insuficientes o que los coches de bomberos no podían acceder al pabellón. El Ayuntamiento siguió permitiendo la utilización del recinto para macrofiestas. Como era de esperar, el primer impulso de Ana Botella, alcadesa de Madrid, fue tirar de represión: anunció en rueda de prensa que quedaban prohibidas las macrofiestas en edificios municipales. Su segundo paso fue irse a meditar a un spa de lujo en Lisboa.

Madrid Arena Criminalización de la música electrónicaMiguel Ángel Flores, propietario de Diviertt, ya presumía en 2009 de que iba a meter 30.000 personas en una fiesta de nochevieja en el Madrid Arena, según recordaba ‘El Mundo’.

Mi sensación (imposible de probar) es que la larga historia de desprecio a la música electrónica ha contribuido a convertirla en un espacio de la industria del ocio donde casi todo vale. Quienes asisten a estas largas fiestas nocturnas son vistos como jóvenes desestructurados, toxicómanos o descerebrados, que no merecen especial atención o medidas de seguridad (ni control de aforos ni mantener las bebidas a precios razonables). Un ejemplo elocuente: el Ayuntamiento de Madrid mandó cuarenta y dos policías para escoltar a la boy band One Direction en su visita al programa de televisión ‘El Hormiguero’, mientras que para la fiesta del Madrid Arena solo asignaron a catorce agentes.

Hablemos también del papel de la prensa cultural. Tradicionalmente, con honrosas excepciones, los medios musicales no han querido o sabido explicar la escena electrónica. Recordemos los desprecios iniciales al hip hop o a Pet Shop Boys por ser “música de lata”, el ninguneo a Monegros en comparación con otros festivales o las miradas condescendientes cuando alguien dice que prefiere el Sónar noche al de día. En 2011 la lista de los mejores clubes del mundo de la revista ‘DJ Mag’ estaba encabezada por Space y Fabrik, dos recintos de los que cuesta leer una reseña en la prensa especializada (tampoco abundan en la generalista). Seguimos viendo la cultura de clubes como el espacio de recreo de “poligoneros”, indignos de atención mediática hasta que alguien muere o algo se incendia.

Afortunadamente, los programas sensacionalistas de televisión no se han cebado esta vez contra el público asistente a la fiesta de Halloween. Será porque en el plató de Ana Rosa Quintana hace tiempo que incluyeron un DJ de atrezo o porque últimamente las estrellas del fútbol escogen Ibiza para pasar sus vacaciones. También habrá ayudado que Belén Esteban pronunciase este año su inmortal frase “ahora mismo me iría al Space”. La resistencia cavernícola a la diversión electrónica se muestra en todo su esplendor en el Ayuntamieno de Madrid y en la Fiscalía del Estado. Sus actitudes recuerdan a la famosa Criminal Justice Bill de 1994, aquella ley británica que prohibía los “ritmos repetitivos” en el espacio público (imaginen un documento legal que declarase delictivos los punteos de guitarra al aire libre). Casi veinte años después de aquel disparate promovido por el gobierno de John Major, la música electrónica sigue necesitando justificar su legitimidad cultural. Así de modernos somos.

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