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Kraftwerk – I am a robot, inventando futuro hace 30 años

Aunque suene a ciencia ficción clase B, el futuro comenzó a escribirse exactamente hace treinta años. El mismo día en que el grupo alemán Kraftwerk editó el álbum “Autobahn” y se olvidó por completo de la música progresiva de los discos anteriores, para fundar los cimientos de su planta de energía robótica. De allí en más, como un Nostradamus sonoro y electrónico, Kraftwerk predijo lo que vendría. Y lo hizo canción. O algo así.

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Aunque suene a ciencia ficción clase B, el futuro comenzó a escribirse exactamente hace treinta años. El mismo día en que el grupo alemán Kraftwerk editó el álbum “Autobahn” y se olvidó por completo de la música progresiva de los discos anteriores, para fundar los cimientos de su planta de energía robótica. De allí en más, como un Nostradamus sonoro y electrónico, Kraftwerk predijo lo que vendría. Y lo hizo canción. O algo así.

Con los años (y los discos) se dijo de ellos que eran “los Beatles del tecno”, “la vanguardia retrofuturista”, “los hombres-máquina”, “los inventores de la batería electrónica”, “poetas de la era robótica”, “los padrinos de la música dance”. Casi todas verdades incomprobables (más allá de que dos de sus integrantes posean realmente la patente de la batería electrónica), pero que encuentran respuestas que dan certezas al respecto en cada uno de los pasos que ha dado este cuarteto surgido en Düsseldorf, en 1970.

“Kraftwerk es la interacción entre el hombre y la máquina. Hay partes de nuestra música donde todo es automatización y otras donde sintetizamos los sonidos del silencio”. En ese mismo 1974, Ralf Hütter definió así a la banda que por entonces compartía con su amigo inseparable Florian Schneider, Wolfgang Flür y Klaus Roedor (quien un año más tarde sería reemplazado por Karl Bartos para completar la formación más clásica del grupo).

Durante los siguientes doce años, Kraftwerk anticipó la era digital, el concepto cyberpunk y el uso de la computadora como parte de la vida cotidiana (y en especial en la banda sonora) del hombre moderno.

“Radio-Activity” (1975), “Trans Europe Express” (1977), “The Man Machine” (1978), “Computer World” (1981) y “Electric Cafe” (1986). Cinco discos que revolucionaron la idea de la música para las masas y que cambiaron, para siempre, las reglas preestablecidas para la experimentación sonora en el marco del rock, el pop, el dance y todos sus derivados. Si hasta el mismísimo David Bowie aseguró que su etapa Berlín (ciudad en la que vivió y grabó los

discos “Heroes”, “Low” y “Lodger”, entre 1976 y 1978) estuvo influida por Kraftwerk, que su álbum “Station To Station” es un homenaje a “Trans Europe Express” y que el tema “V2 Schneider” (del disco “Heroes”) es un tributo directo a Florian Schneider.

¿Otro caso similar de la influencia de Kraftwerk, pero 25 años más tarde? El simple del nuevo álbum de los irlandeses U2, que se editó anteayer, incluye una versión del tema “Neon Lights”, de Kraftwerk.

“Nosotros somos los robots”, proclamaban los teutones en el álbum “The Man Machine”, impregnados por una estética deshumanizada y una visión fría del futuro emparentada con la que su compatriota Fritz Lang plasmó en la película “Metrópolis”. Robots, máquinas, autómatas y actitud de científicos locos imperturbables. El sueño de Isaac Asimov hecho realidad, pero al ritmo sincopado de “Musique Non Stop” (uno de los temas emblema del grupo, que aún hoy utilizan para cerrar sus presentaciones).

En sus propias palabras
“La música nunca se detiene, una canción nunca está terminada. Es un proceso continuo, desde que componemos hasta cuando presionamos el botón de grabación; desde cuando damos conciertos hasta cuando la gente nos escucha. La música circula de mil maneras diferentes todo el tiempo” (Hütter).

“Crecimos impactados por todas estas máquinas de ritmo que usamos en nuestra música, que no son otra cosa que los aspectos mecánicos de la vida. La tecnología no es un enemigo para nosotros. También nos gusta la naturaleza, pero uno no puede decir que la tecnología es mejor o peor que la naturaleza. Tiene que aceptar todas estas cosas como son en el mundo de hoy” (Schneider).

“Toda nuestra música está tocada por un solo instrumento. Usamos mixers, ponemos cintas, tocamos todos los aparatos de Kraftwerk. Ese es el instrumento y es uno solo. Incluyendo las luces y la atmósfera” (Hütter).

Después de aquel “Electric Cafe”, de 1986, los androides apagaron su fábrica de discos energéticos hasta el año pasado, con la salida de “Tour de France Soundtracks”. Diecisiete años de silencio discográfico (apenas un par de remixes y un tema para la Expo 2000 de Hannover), en los que se dedicaron a pasar todos los sonidos analógicos de su estudio KlingKlang a formato digital para luego poder utilizarlos en los conciertos.

De esta forma, una vez abiertas las puertas del siglo XXI, una nueva era se inició para Kraftwerk: si en los años 70 el estudio fue su casa y laboratorio, ahora, con la tecnología que ellos mismos habían jurado que algún día existiría a su disposición, el vivo se transformó en su espacio más confortable.

“Durante un tiempo permanecimos en silencio, pero en 2002 volvimos a circular con un nuevo sistema de ordenadores digitales, trabajando con laptops. Por eso ahora tenemos la posibilidad de girar por el mundo. Antes nuestros equipos eran algo aparatoso y para transportarlos había que tener mucho cuidado”, dijo Hütter antes de dar el puntapié inicial de esta gira que los traerá por segunda vez a Buenos Aires, para presentar su último trabajo, pasado mañana, en Obras Sanitarias (la primera visita a la Argentina fue en octubre de 1998, en el mismo estadio, donde realizaron un concierto de lo más impactante).

Comandada por Hütter y Schneider, la banda que vio y escuchó el futuro electrónico hace ya 30 años aterrizará en el país justamente el mismo fin de semana en que se llevará a cabo el festival Creamfields, el más importante y convocante de la música electrónica. Un combo inmejorable para comprender el presente de los sonidos de última generación.

Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION