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Medellin: Una ciudad que progresa a la par del crimen organizado.

Medellin: Una ciudad que progresa a la par del crimen organizado.

(Via: El Inspector) La criminalidad en Medellín es diferente al resto de las ciudades colombianas. La muerte parece, aunque nos duela en el alma, tan arraigada a nuestro devenir como la misma idea de ser exitosos. Es la peste, una contracultura tan fuerte que solo los abuelos, quizá, alcanzaron a disfrutar de esta urbe sin soportar la zozobra por un paisano asesinado a diario.

Miles de millones de pesos se han invertido en seguridad, en programas educativos, en estrategias para generar empleo, en infraestructura para vincular a los suburbios con el desarrollo progresista del resto de la ciudad, y hoy seguimos en la misma intranquilidad de hace 30 años. ¿Por qué?

He conversado el asunto con investigadores, oficiales y funcionarios de las alcaldías y quiero compartir con ustedes los factores por los cuales, pienso yo, la criminalidad de Medellín es tan difícil de erradicar.

1. LAS GUERRAS QUE NO GANA EL ESTADO

Primero el enemigo era el cartel de Medellín. Fue vencido por una alianza macabra de la Fuerza Pública, la banda ‘Los Pepes’, el cartel de Cali y las autoridades norteamericanas. Digo macabra, porque en aras derrotar al capo Pablo Escobar y sus secuaces, el Estado se asoció por debajo con gente de igual calaña que, tras derrocado el enemigo, subió al trono de la delincuencia.

Después el rival de la convivencia eran las milicias urbanas de la guerrilla. Fueron acabadas por otra alianza entre la Fuerza Pública y los paramilitares, aunque esta sea una realidad que ha llevado a pocos a la cárcel y que todavía se menciona en voz baja.

Luego llegó la banda ‘La Terraza’, sembrando el terror en toda el Área Metropolitana, hasta que por divisiones internas se fragmentó en dos y se desangró a punta de matarse entre ellos mismos.

A la vez, el bloque Cacique Nutibara de las Auc se declaró en guerra con el bloque Metro y no descansó hasta haberlo exterminado a sangre y fuego.

Hoy en día el problema de seguridad, el índice elevado de homicidios y las balaceras constantes en los barrios, son atribuidos a la mafia de ‘La Oficina’ y los combos delincuenciales del Valle de Aburrá. Lo más diciente es que muchos de los protagonistas del conflicto de ahora, participaron en las batallas contra el cartel.

Ninguna de estas guerras mencionadas las ganó el Estado, aunque tampoco reconoce que las perdió. Los vencedores fueron los criminales del bando opuesto, que una vez coronados edificaron su reino del hampa. Por eso. en parte, nunca ha sido frenada la delincuencia organizada.

Dos amigas adolescentes de 16 años, que llevaban una semana perdidas, fueron asesinadas y encontradas ayer en el Cerro Pan de Azúcar de Medellín. Una de ellas tenía dos meses de embarazo. Como siempre, la escena del crimen estuvo llena de niños. Foto de Carlos Taborda.

Dos amigas adolescentes de 16 años, que llevaban una semana perdidas, fueron asesinadas y encontradas ayer en el Cerro Pan de Azúcar de Medellín. Una de ellas tenía dos meses de embarazo. Como siempre, la escena del crimen estuvo llena de niños. Foto de Carlos Taborda.

2. FALTA DE CONFIANZA EN LA AUTORIDAD

En Medellín (y en toda Antioquia) la gente usualmente no denuncia de manera penal a los bandidos por miedo, porque la autoridad judicial tarda mucho en ponerlos tras las rejas de forma duradera y porque en muchos casos no confía en la Fuerza Pública. “¿Y qué tal que el policía al que yo le pongo la queja, trabaje para esos pillos?”, fue la cuestión que me planteó un habitante del barrio Aures hace dos semanas.

En la última operación de la Dijín y la Policía Antinarcóticos (primera semana de febrero) contra la banda ‘Los Triana’, hubo 20 capturas y entre esas estaban cinco policías activos que trabajaban para la organización, por citar un caso reciente.

Así es muy difícil acabar con el mal, cuando la corrupción se presenta tan seguido. Esto genera el clima de desconfianza entre la ciudadanía y la autoridad legítima.

3. CRIMINALES CON ARRAIGO EN LA COMUNIDAD

A finales del año pasado se incrementó el fenómeno de las asonadas contra los uniformados, sobretodo cuando estos pretendían capturar a algún malhechor. Sucedió en las comunas de San Javier, Manrique y Popular, donde la comunidad salía armada con palos, piedras y demás utensilios para arrebatarle el muchacho a los funcionarios. ¿La razón? El pelao es hijo, hermano, novio, amigo de alguien del barrio.

Los combos sobreviven en la comunidad porque aquellos que los aborrecen no superan a quienes los protegen. Las familias saben que su hijo gana plata delinquiendo y pese a todo no quieren verlo en la cárcel. Muy pocos tienen el valor para denunciar al amigo con el que crecieron desde chicos, a la propia descendencia.

El combo en muchos casos reemplaza la educación familiar y los padres no ejercen la autoridad en el hogar. Desde aquí se origina la desobediencia a la ley, primero apabullada con gritos, más adelante a tiros.

El pasado 22 de febrero hallaron el cadáver de un joven en un costal, en una vía del barrio Moravia de Medellín. Este año van siete hallazgos similares en el Valle de Aburrá. Foto de Carlos Taborda.

El pasado 22 de febrero hallaron el cadáver de un joven en un costal, en una vía del barrio Moravia de Medellín. Este año van siete hallazgos similares en el Valle de Aburrá. Foto de Carlos Taborda.

4. LA MUERTE ES EL NEGOCIO

Si aquí hay tantos sicarios, en porque en esta sociedad hay muchos que pagan por matar. Es la ley de la oferta y la demanda. Lo absurdo es que los valores están tan invertidos que los pillos asumen su actividad como si fuese un trabajo de verdad. El mero nombre de ‘La Oficina’ para una organización ilegal ya es muy diciente, en las esquinas hay pelaos que se quejan porque “no hay camello” y con eso no se refieren a un empleo común, sino a que no les llega el contrato para hacer sus “vueltas”.

La comunidad también ha participado en ello, pagando las microextorsiones llamadas ‘vacunas’. La verdad es que no siempre le dan esa plata a los combos por temor, hay sectores donde se paga con gusto.

Es el caso de una cuadra en el barrio Prado Centro, donde la gente en vez de notificar a la Policía sobre la presencia de ladrones, les avisa a los muchachos del combo ‘Convivir’ para que golpeen a los rateros, indigentes y cualquier indeseable. “Ellos no cobran’ vacuna’, uno les da lo que quiera”, indicó un comerciante del sector.

5. DELINCUENCIA SÚPER ORGANIZADA

“En Medellín hasta un ladrón de espejos tiene que rendirle cuentas a un patrón de la zona”, me comentó un investigador judicial sobre este punto. Se refiere a que casi todas las formas delincuenciales están organizadas en una misma estructura. Las bandas tienen un ala financiera, un grupo militar (sicariato), reclutadores, cobradores de ‘vacunas’, fleteros y atracadores y distribuidores de estupefacientes. Cada quien ejerce su función, alimentando las entrañas de la banda.

Hay organizaciones que invierten dinero en abogados, en sobornos a funcionarios y hasta en negocios legales como mueblerías, casinos, transporte público, loterías y carnicerías. Eso indica que, si bien no todas, estas agrupaciones son autosostenibles.

Hace una década los pillos tenían que bajar de los suburbios al Centro, El Poblado y Laureles para delinquir y llenar sus arcas. Ahora en las comunas más alejadas no faltan las tiendas y el comercio revitalizado, los malandros tienen la despensa cerca de su esquina, ‘vacunando’ y atracando.

Según la Policía Metropolitana, entre 2008 y 2010 se desmantelaron 22 combos. Teniendo en cuenta que hay cerca de 308 agrupaciones ilegales, no desvertebraron ni el 10 por ciento. Más del 90 por ciento de las bandas siguen armadas y activas, son casi 4.000 jóvenes lo que ponen en jaque nuestra seguridad.

6. BANDAS CON GUARDERÍA

La delincuencia se renueva con mucha facilidad, por cada cabecilla capturado o muerto hay otro que lo reemplaza de inmediato. Eso refleja una sofisticación en el accionar de estos grupos, en su manera de reclutar jóvenes desde niños.

Sé que hay casos en que los menores son obligados a engrosar las filas del combo, pero difiero de esa opinión de las autoridades en el sentido de que son siempre “utilizados”; digo que más bien son seducidos por esa idea de dinero rápido, el estatus social que genera el ser traqueto con novias, prepagos, armas y vehículos.

Al hablar con algunos de los jóvenes participantes en el conflicto, ellos justifican que se arman para defenderse de los enemigos, y estos últimos argumentan lo mismo.

Cada vez hay infantes más pequeños integrando las pandillas, desde los 11 años se han presentado aprehensiones. Les dicen ‘carritos’ cuando se dedican a llevar y traer razones o transportar armas y drogas; les llaman ‘ninjas’ cuando lo suyo es el sicariato.

7. UNA SOCIEDAD QUE ES PRESA FÁCIL

“En Bogotá la situación no es tan grave porque la ciudadanía sí denuncia, aquí en Medellín impera la ley del silencio“, sentenció otro investigador que antes de laborar en el Valle de Aburrá estuvo en la capital del país.

En los barrios la vencidad está cansada de tanto abuso por parte de los antisociales, mas son muy pocos los que hacen algo al respecto. Aquí hay que destacar a la Mesa de Derechos Humanos de la Comuna 6 (Doce de Octubre), un esfuerzo de civiles para buscar caminos de paz y protestar contra la violencia.

Pero ellos son la excepción. La Personería denunció que en enero los desplazamientos forzados aumentaron un 40 por ciento en la ciudad y en sectores como Altavista las balaceras son diarias. La gente trata de convivir con el problema con la cabeza agachada, sabiendo que al frente de su casa se ‘parchan’ los bandidos.

Hemos sido presa fácil porque nos intimidan con facilidad. Basta que aparezca un pelao en la residencia pidiendo plata dizque para “la vigilancia”, y ya el ciudadano se está metiendo la mano al bolsillo sin cuestionar. El miedo es un rasgo común en nuestra sociedad, la verraquera paisa en este aspecto no se ve por ningún lado.

Queremos ser una metrópolis avanzada y orgullosa, aunque arrastramos una contracultura de violencia. Y los que la impulsan no son “un puñado”, “unos pocos”, como lo asegura el Gobierno, son bastantes.

El 19 de febrero anterior los sicarios llegaron a esta tienda del barrio Aures y asesinaron a bala a una mujer de 50 años y a un hombre de 35. Foto de Carlos Taborda.

El 19 de febrero anterior los sicarios llegaron a esta tienda del barrio Aures y asesinaron a bala a una mujer de 50 años y a un hombre de 35. Foto de Carlos Taborda.

8. ESTRATEGIAS Y LEYES QUE NO FUNCIONAN

Frente a este triste panorama de orden público, hay que afirmar que las autoridades han actuado con todo lo que tienen. Miente el que dice que no se ha hecho nada. El asunto es que las medidas no dan los resultados esperados, ¿qué sucede entonces?

Uno de los problemas es el show mediático: cuando ocurre la tragedia, las autoridades salen a reforzar los controles, prometen recompensas, aumentan el pie de fuerza y aseguran que pronto habrá resultados. No obstante, el propósito no es sostenible, cuando se van los periodistas, esas acciones se esfuman y regresa la cotidianidad.

Por ejemplo, a mediados del año pasado se anunció con bombos y platillos la creación del Centro Integrado de Intervención en la Comuna 13, en el cual la Policía, el Ejército, el DAS, la Alcaldía y la Fiscalía trabajarían juntos para reducir la criminalidad en ese sector. Pasó un semestre y la comuna sigue siendo la más violenta de Medellín y al dichoso centro ni siquiera le han asignado un fiscal propio, pese a lo prometido.

La Alcaldía lo ha probado todo: construyó más CAI y subestaciones para la Policía, instaló más cámaras de vigilancia, duplicó el presupuesto de recompensas, dotó a la Fuerza Pública de nuevas motos y carros, declaró toques de queda para menores, cierres tempranos de establecimientos comerciales, prohibió los parrilleros en la motos, invirtió en campañas de Rumba Segura, en el programa Fuerza Joven para rescatar a los muchachos de los combos y un larguísimo etcétera.

En todos esos casos, la delincuencia ha encontrado el punto de quiebre para esquivar a las autoridades; basta decir que hasta el subsidio que la Administración les da a los jóvenes en alto riesgo de caer en la violencia, se lo ‘vacunan’ a los beneficiarios y termina financiando la confrontación armada.

Mucha de la responsabilidad en el fracaso de las acciones gubernamentales está en las leyes colombianas que no están acondicionadas a los tiempos de hoy. Son incapaces para sancionar y corregir a los criminales juveniles, para citar un hecho concreto, y cuando estos derraman la sangre, la gente le echa la culpa a la Policía, los uniformados responsabilizan a la Fiscalía, los fiscales a los jueces, los juristas a los congresistas y estos últimos al Gobierno Nacional. Todos se pasan la pelota.

9. NOS ACOSTUMBRAMOS A VIVIR ASÍ

Muy a pesar de los fenómenos expuestos, la ciudad parece que no se detuviera a reflexionar con propiedad. El Gobierno local prefiere minimizar la cuestión y donde antes hubo homicidios ahora se erigen edificaciones. Uno de los comentaristas del blog escribió hace meses que “en Medellín no hay progreso sino progresismo, hay muchas construcciones pero la mentalidad de su gente no cambia”.

En otras latitudes el asesinato de un niño es suficiente para unir a la comunidad en torno a la noviolencia; aquí matan menores a diario y no pasa nada. Es verdad, parece que nos acostumbramos a vivir así. Las ‘vacunas’ son normales, los homicidios pan de cada día, los enfrentamientos y amenazas también. “Uno vive como puede, nada más pensando en uno mismo y su familia, y que cada quien vea cómo se gana la vida”, me contó un residente del barrio El Limonar hace días, cuando estuve haciendo el reportaje de una muerte a bala.

Pensamos que nuestra raza es la más pujante y que Medellín es la mejor urbe de Latinoamérica. Sigamos luchando porque así sea, pero sin echarle tierra al asunto de la inseguridad. No hay que minimizarlo para mostrarle una bella cara al mundo, hay que resolverlo.