Se estima que un oficinista imprime alrededor de 10,000 hojas al año y el consumo de papel implica la tala anual de una superficie de 50 kilómetros cuadrados.
No obstante, dejar de imprimir se vuelve tan difícil como dejar de fumar: numerosos procesos administrativos aún requieren copias en papel y por disposiciones legales se requiere dejar constancias escritas.
Y si bien los archivos digitales se están volviendo norma para todo tipo de operaciones (desde la emisión de facturas hasta el envío de estados de cuenta), el papel sigue siendo más usado para almacenar información pues las computadoras apenas son usadas por una tercera parte de la población nacional.
Es posible disminuir el impacto ambiental de la impresora evitando pruebas, separando el papel impreso y empaquetándolo para que el personal de limpieza lo ponga en manos de recicladores.
Mientras tanto, las tabletas digitales como el iPad empezarán a facilitar el manejo de archivos digitales, y servicios como Instapaper hacen que la información de sitios web pueda ser leída en un formato visual atractivo, por lo que quizá esta revista terminará siendo un grupo de bits que viajará limpiamente por el mundo en forma de impulsos de energía por el ciberespacio.
