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El ?ltimo superclub (Via: elmundo.es)

Colas kilom?tricas, djs estelares y sesiones ?enlatadas?. En Londres, la meca del baile se llama Fabric
Por Rafa Rodr?guez


DANCE TO THE UNDERGROUND. La m?sica de baile tiene un problema. Mejor: el negocio (mastod?ntico, escler?tico, autista, vulgarizador) de la m?sica de baile tiene un serio problema. Se le est? desmoronando la casa encima, se le est?n resquebrajando los pilares: se le est?n acabando los superclubes. El Cream de Liverpool no respira desde hace un a?o, Gatecrasher (aquella catedral del trance que provoc? tortas entre los estudiantes brit?nicos por conseguir plaza en la universidad de Notthingham) cerr? sus puertas hace meses y Ministry Of Sound ya ni siquiera anuncia residencia en Ibiza. Hasta la flamante sucursal de Pacha en Londres resulta mayormente un homenaje al vac?o. Un terremoto devastador con efecto domin? que encuentra eco incluso en las listas de ?xitos: ahora, las emergentes estrellas del rock se comen a las viejas glorias dance.

Hubo un tiempo en que la m?sica de baile fue el nuevo rock’n’roll y los superclubes, los templos en los que se celebr? la mayor revoluci?n social desde el punk. Hogar de la autoproclamada generaci?n qu?mica, los clubbers peregrinaban en masa a sus sacrosantas pistas con fervor casi religioso, el mismo que luego les empujaba a adorar todo lo que sal?a de ellos: dobles, triples y cu?druples CDs y vinilos DJ friendly con la m?sica de sus sesiones, revistas y p?ginas web, festivales y giras, emisoras de radio, colecciones de merchandising… Hubo quien no dud? en tatuarse con orgullo el logo de su santuario favorito. A mediados de los 90, en fin, ?sta era la f?rmula del ?xito. Pero de ?xito tambi?n se muere.

Lo malo ya no es que los adolescentes vuelvan a preferir tocar en una banda antes que ser disc jockeys (relevo en las actitudes rebeldes generacionales), que los locales y sus empleados estrella se comporten con rid?cula pompa (pol?tica de puerta digna de Buckingham Palace, DJs que llegan en helic?ptero) o que los macrofestivales den m?s por el mismo precio, que tambi?n. Lo malo es la atrofia y la la desidia musical que est? matando la escena de aburrimiento, provocando peligrosas oleadas de nostalgia (presente hasta en las letras de The Streets). Soluci?n: regreso al underground. Suerte que nos queda Fabric.

El mayor espect?culo del baile londinense tiene todos los ingredientes para seguir lidiando en la liga de los superclubes (instalaciones megal?manas, superstar DJs, colas que dan la vuelta a la manzana, guestlist cada noche, sello discogr?fico propio), pero se resiste a admitir la infausta denominaci?n. ??Acaso has visto que vendamos camisetas de mierda??, me espetan al suger?rsela. No, pero he visto todo lo rese?ado anteriormente y a una multitud entregada a la causa. Es viernes, son algo m?s de las once de la noche y all? –25.000 metros cuadrados de antiguo matadero en la zona este– no cabe ni un alma m?s (?2.000 personas de aforo? Ya ser?n 3.000). Chemical Brothers machacan beats en la Room 2.

DENTRO DEL LABERINTO. Como en los mejores circos, en Fabric hay tres pistas (Rooms). El suelo de la principal es un prodigio de ingenier?a perge?ado para absorber las graves y demoledoras l?neas de bajo del drum’n’bass y devolverlas a los cuerpos en danza. La sensaci?n es brutal, si no te desquicia que te vibre hasta la punta de la nariz. Tambi?n es campo abonado para los sonidos de club m?s viscerales, del deep y dub house a la rayadura technoide. En la Room 2 se cuecen a fuego vivo los sets con mayor intensidad s?nica y ambiental mientras que la 3, recoleta y en un nivel superior, queda para la experimentaci?n relajada. Todas est?n conectadas por un entramado de pasillos, escaleras y ?bsides abovedados de c?lido ladrillo visto por el que desfila una marea humana (22 a?os de media, destacadamente masculina, mayormente heterosexual, no excesivamente trendy) ?vida por abrirse de orejas. Porque en Fabric, lo que importa no es el continente, sino el contenido: la m?sica. He ah? la diferencia.

No puede ser casualidad que, de las dos macrodanceter?as que surgieron en Londres en 1999 para poner la puntilla a la cultura de club, s?lo Fabric haya resistido los envites del destino (a la otra, Home, con mayor vocaci?n estelar –v?ase su ap?ndice/festival Homelands–, le revocaron la licencia por incontinencia drogota). Pero una f?rrea pol?tica sonora y una impecable programaci?n musical siempre ponen las cosas en su sitio. As? es como el local se ha convertido en la quintaesencia r?tmica de Londres: ?En realidad, se trata de dos veladas. Los viernes, Fabric Live, consagrada a explorar nuevos sonidos, muy cutting edge, al cabo de la calle; los s?bados es simplemente Fabric, abierta a la frescura techno y house. Siempre con talante underground y con el valor a?adido de las actuaciones en directo?, explica Nick Dogherty, el encargado de prensa. La cosa no se queda ah?, porque ambas sesiones tienen su traducci?n en disco, a disfrutar m?s all? de las pistas de baile. Publicadas por su propio sello –distribuido por Pias–, las series de CDs hom?nimas abundan en las lecciones magistrales impartidas cada fin de semana por su espectacular plantilla de DJs residentes (Ali B. y James Lavelle los viernes, Craig Richards y Terry Francis los s?bados) m?s sus invitados de rigor. La colecci?n acaba de alcanzar la d?cima referencia en Fabric Live, con un mix de bombos y bajos a cargo de Fabio (la siguiente, gentileza de Bent, est? al caer), y la und?cima con Swayzak (combinaci?n ganadora electro-house) para Fabric. No, no es?que sea un superclub. Es, s?, mucho m?s que un club.