Debido a que el apetito mundial por la carne ha crecido en las últimas dos décadas, las emisiones anuales de metano aumentaron un 9% por año. El metano es un subproducto de la digestión que se produce en ambos extremos de las vacas y los cerdos. Sin embargo, más del 90% llega a la atmósfera a través de sus gases, por lo tanto, esto es un problema. El metano es un potente gas de efecto invernadero, que atrapa 28 veces más calor que el dióxido de carbono durante 100 años.
Cerca de un tercio de toda la superficie de tierra sin hielo está dedicada a criar a los animales que nos dan leche o nos comemos. Aproximadamente el 30% de los cultivos son para alimentar a esos animales.”
Según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), la ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre: la misma cantidad generada por todos los autos, aviones, barcos y trenes del mundo. Una sola vaca puede escupir hasta 500 litros de metano por día. Multiplicado por los 1.500 millones de vacas que hay en el mundo, es una cantidad enorme de gas.
Si bien los cerdos y pollos producen la mitad del CO2 que emiten las vacas, estos aportan cerca de 5.4 millones de toneladas de dióxido de carbono producidas por la especie, equiparable a lo que 1.1 millones de escapes producen al año. Entre las opciones que exploremos para minimizar el impacto medioambiental de nuestro consumo carnívoro también hay que contemplar la reducción del desperdicio y, sí, comer menos carne.