¿Conoces a alguien que diga que no le gusta la música? ¿Alguien que no tenga ni un sólo CD ni un iPod? ¿Que siempre apague la radio? ¿Que, al ser preguntado sobre el particular, se encoja de hombros y diga que sencillamente no entiende la música?
La extraña inapetencia musical de tu amigo podría ser resultado de la melofobia (miedo a la música), un trastorno neurofisiológico poco conocido pero muy real. Las personas con melofobia tienen ciertas características físicas que las hacen inusualmente sensibles a los cambios repentinos de tono y timbre, y la música, mira tú por dónde, es una de las formas más concentradas de este tipo de estímulos. Y además está en todas partes. ¡Aterrador! Pero hay algo aún más aterrador que la melofobia: la epilepsia musicogénica, trastorno en el que la música puede provocar intensas crisis convulsivas.
Queríamos saber más sobre la música como demoníaca fuerza de miedo y dolor tangibles, de manera que hablamos con una doctora que trata a personas con estos trastornos, con un paciente de melofobia y con una mujer que sufre de epilepsia musicogénica. Ponte tus orejeras para el ruido y sigue leyendo…
Sí, existe. Con frecuencia es un trastorno inducido por una experiencia negativa con la música o con los instrumentos musicales, como un concierto muy ruidoso que le provocó al paciente tinnitus o pitidos en los oídos durante semanas. Estas experiencias pueden ser tan intimidantes y desagradables que esa persona podría llegar a evitar ir a conciertos en el futuro. Otro ejemplo es el del músico profesional que toca cerca de un instrumento de volumen muy alto y, con el tiempo, desarrolla hiperacusia (sensibilidad al sonido) y sufre dolores que se intensifican con cada exposición. Y llega un momento en el que deja de tocar.
Aunque parezca extraño, la mayoría de los pacientes músicos tocan en orquestas sinfónicas y filarmónicas o bien tocan el piano. Los instrumentos clásicos alcanzan a menudo un volumen muy elevado, que se multiplica en las interpretaciones a plena orquesta. Además, llegar a dominar determinados instrumentos requiere un período de aprendizaje muy largo. Los profesionales del violín, la flauta o el chelo, entre otros, empiezan a practicar a muy temprana edad, y por tanto su tiempo de exposición al instrumento puede ser de décadas antes de poder dedicarse a ello profesionalmente. Entre los grupos de rock, se cree que las pérdidas de audición y daños al oído se tienen hasta cierto punto asumidas; como riesgos laborales, se podría decir.
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