Conocida como la “ciudad de la eterna primavera”, “capital de la montaña”, o también la “tacita de plata”, expresiones amables con las que sus habitantes han resaltado sus bondades, Medellín se consolidó como la segunda ciudad del país en las últimas décadas del siglo XX. Su notable desarrollo empresarial, urbanístico, social y cultural motiva hoy elogios de propios y extraños. Pero la historia de Medellín no ha sido fácil, su propio nacimiento estuvo colmado de dificultades. Después vivió momentos dramáticos que parecían sumirla en un abismo. En esta ocasión comentamos algunos de los aspectos más importantes de su devenir.
GEOGRAFÍA Y PAISAJE
Una ciudad es una construcción humana sobre un espacio geográfico determinado. Las relaciones con ese medio llegan a ser determinantes para la historia de quienes pueblan ese lugar. En el caso de Medellín parecería que su ubicación fuera parte de su identidad. Situada en el Valle de Aburrá, una depresión de una formación cretácea, tal vez creada por la separación de losas y estructuras geológicas antiguas. Hubo un tiempo en que por su profundidad se pensaba que su origen era el de un lago que se había secado. Teoría que no tiene asidero, dada la escasa formación lacustre del terreno. El valle profundo y alargado, se abre en su parte sur a un terreno diverso, con algunos cerros, y vuelve a cerrarse en su parte norte. En las riveras del río Medellín tiene una altura de 1300 metros y en las cimas de sus montañas 1.900 metros . Por esta particularidad del terreno, Medellín es una ciudad en la que permanentemente se observa su geografía.
Un aspecto importante de la geografía del Valle de Aburrá es su abundante fuente hídrica. De sur a norte el valle es recorrido por el río Medellín. Río que durante mucho tiempo fue navegable, o al menos utilizado para transportar mercaderías. Pero también, desde las montañas caen al río innumerables quebradas y riachuelos. Una, que cruzaba la ciudad era la quebrada Santa Elena, que luego fue canalizada y cubierta conformando la avenida La Playa. La diversidad y alegría del paisaje, además de su clima –que oscila entre los 14° y los 26°- hicieron a Medellín sumamente atractiva para la vida humana. Razones que explican los tempranos asentamientos establecidos en su territorio.
PRIMEROS POBLADORES
Existen evidencias arqueológicas del arribo de cazadores al valle que procedían de las zonas bajas tropicales, seguramente del bajo Cauca y del Magdalena. Las puntas de flechas talladas en piedra que se han localizado se remontan al año 10.500 a . de c. Sin embargo, en distintas zonas del valle, como El Poblado, Manrique, Aranjuez, Envigado y otros, se han localizado vestigios que confirman un poblamiento sostenido hacia los siglos V y VIII. Se trata de piezas de cerámica y orfebrería que indican patrones culturales importantes. Tal parece estos pobladores, a los que se denomina aburraes , preferían asentarse en los terrenos elevados del valle, desde donde podían divisar el paisaje y defenderse de posibles ataques. Las características de la orfebrería local las asocian con la cultura Quimbaya, rica en representaciones masculinas y femeninas con tocados. Pero en los entierros también se han encontrado piezas sencillas como vasijas, piedras de moler y husos. Los registros sobre la agricultura practicada en la época prehispánica son menos reveladores. Aunque los cronistas españoles encontraron cultivos domésticos de maíz y fríjol. Vivían en pequeños asentamientos dispersos en el Valle, organizados en cacicazgos locales.
LA FUNDACIÓN Y LA VIDA COLONIAL
Medellín fue fundada en 1675, cuando ya había ocurrido una larga historia en la región antioqueña. Conquistadores procedentes de Ecuador, después de fundar Popayán y Cali, se habían aventurado a descubrir el norte del cañón del río Cauca. En esa aventura fundaron Anserma y Santa Fe, que se convertiría en la capital de la provincia de Antioquia. Pero fue en la década de 1570 cuando iniciaron los descubrimientos de los maravillosos yacimientos mineros de Buriticá, Cáceres y Zaragoza cuando esta región se convirtió en una de las de más intensa actividad económica. Mineros, comerciantes y tratantes de esclavos concurrieron en pos de las ricas vetas y aluviones. Fueron las remesas de esos metales hacia la península y hacia la capital las que animaron la economía de nuestra primera época colonial. Pero la decadencia minera sobrevino hacia 1640, en parte porque las minas dependían de los abastecimientos de carne, maíz, fríjol y aguardiente que era llevado desde Cartago, Buga y Tunja. Además de los que se importaban de Europa.
Fue en ese contexto cuando distintas personas empezaron a asentarse en el valle, levantaban sus ranchos, cultivaban y criaban algún ganado. En el curso del siglo XVII esa población aumentó. No pocos de ellos eran originarios de Santa Fe de Antioquia que buscaban un clima más benigno y mejores tierras. Cabe recordar que Santa Fe está situada en las calurosas riveras del río Cauca, ricas en minerales pero pobres para la agricultura. Desde el comienzo el recelo de las autoridades y vecinos hacia el poblamiento que crecía en el valle de Aburrá fue manifiesto. Argumentaban –con razón- que una nueva población en la provincia los empobrecería y despoblaría. A mediados de siglo los vecinos del sitio de Aná, lugar donde se establecería finalmente Medellín, iniciaron las gestiones para obtener aprobación real a su fundación. Aunque pequeños núcleos se conservaron dispersos en el valle y después, en el siglo XX, se convirtieron en municipios: como Itaguí, Envigado, La Estrella , Caldas, Bello, Copabana y Girardota.
Podríamos decir que el origen de Medellín marcaría su historia. Nacida del arribo de migrantes procedentes de distintos lugares, este rasgo nunca se perdería. Como veremos más adelante, su modernización sería un nuevo atractivo para gentes que dejaron el campo. Pero también, por particulares razones, sus gentes fueron dadas a migrar, a colonizar otras tierras, aún desde los tiempos coloniales.
Por lo pronto, advirtamos que el 2 de noviembre de 1675 se dictó auto de erección de la Villa de la Candelaria de Medellín. El nombre de Medellín fue puesto en agradecimiento con Don Pedro Portocarrero –conde de Medellín- quien intercedió ante el Concejo de Indias para que se aprobara su fundación. El padrón de almas levantado en aquella ocasión registró 280 familias y 3000 personas dispersas en el valle. Se trataba de una población conformada por numerosos mestizos y gente libre, un grupo nada despreciable de blancos nacidos en el propio sitio de Aná o venidos de Santa Fe, unos cuantos indios que aun permanecían en el sitio de San Lorenzo (actual Poblado) y un importante número de esclavos que laboraba en las estancias y las casas de la gente pudiente. En esa ocasión nombraron autoridades, repartieron las dignidades de Alférez Real, alguaciles y alcaldes. Pero también se procedió a dictar las primeras normas urbanísticas para el alineamiento de las calles y el ornato de la villa.
Medellín no consiguió el titulo de ciudad, en su condición de Villa debía precedencia hacia Santa Fe, la capital de la provincia de Antioquia. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que en pocas décadas Medellín se convirtiera en el principal poblado de toda la región. Creció en habitantes, viviendas, barrios y parroquias, pero todavía más importante fue que en ella se establecieron los principales troncos familiares que controlaban la minería y el comercio en la región. Los negocios importantes se llevaban a cabo allí. La fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria , celebrada cada 2 de febrero, era memorable por su solemnidad, pero también por la disposición que tenían los ricos para financiar la pólvora, toros y bebidas. Ciertamente los matrimonios más célebres, que unían a las familias más vistosas eran llevados a cabo con pompa en la iglesia de La Candelaria.
Pese a esto Medellín en los tiempos coloniales fue una ciudad discreta, su arquitectura no poseía la vistosidad de otras ciudades coloniales. La parroquia principal y las distintas capillas rememoraban la arquitectura popular castellana. Las viviendas se distinguían por su confort, por sus patios, pero no por la sofisticación de sus diseños o la utilización de materiales importados. La sociedad conformada, no fue distinta a las demás de la época colonial, valoraban sus linajes, su origen, la importancia del honor y la sumisión de sus mujeres. Esto hacía que el color de la piel y el apellido fueran muy importantes para cada individuo, hombre o mujer. Pero es cierto que ya desde entonces también fue muy importante la honra, el cumplimiento de la palabra y los acuerdos en los negocios. Finalmente, los medellinenses de entonces encontraron en la fe católica uno de sus pilares espirituales. Profundamente devotos, tomaron afecto por distintas vírgenes y santos a quienes dirigían sus plegarias y sus limosnas. Y, con demasiada frecuencia, enviaban uno o varios de sus hijos e hijas a que tomaran los hábitos.
No obstante entender los firmes mecanismos de estratificación social de la época, la sociedad de Medellín colonial depara sorpresas. Tal vez por descansar en actividades como la minería y el comercio daba lugar a una cierta apertura social, como nos lo recuerda la historiadora norteamericana Ann Twinam. Por ejemplo, que algunas de sus personas más adineradas no fueran blancos puros o legítimos. Otro aspecto importante fue el aislamiento en que vivía la sociedad local con relación a la capital del virreinato o de Cartagena. Pero ese aparente aislamiento y encerramiento era roto por las gentes que se dedicaban al comercio. Fueron estos los que establecieron los principales nexos con las instituciones y las sociedades existentes más allá de sus montañas.
SIGLO XIX
Medellín no fue ajeno al dramático inicio de nuestra vida republicana. Sus habitantes se comprometieron decididamente con la causa independentista. Sacrificaron sus vidas y bienes con la esperanza de un mejor destino. Cuando la invasión de los ejércitos españoles en 1816 muchos vecinos se enrolaron en las milicias, otros fueron desterrados y sus bienes incautados. Pero probablemente más significativo que esto fue el ánimo partidista que distinguió a los medellinenses una vez alcanzada la independencia. Al decidir entre santanderismo o bolivarianismo optaron en forma cerrada al primero. Era la forma como esbozaban un cierto credo regional frente al centralismo autoritario bolivariano. No pocas veces la ciudad fue ocupada o convertida en asiento de ejércitos en contienda durante las distintas guerras civiles del siglo XIX. Especialmente en la guerra de los Supremos, en el levantamiento contra José Hilario López y en la rebelión de 1776, los medellinenses en particular se movilizaron por razones religiosas y de defensa de su autonomía. Principios que los fueron distinguiendo como conservadores, los medellinenses se distinguían de sus vecinos de Rionegro y Santa Fe de Antioquia por su acusado catolicismo. Sin embargo, Antioquia, y en particular Medellín, no se fueron desgarrados por las guerras civiles como otras provincias del país. Las confrontaciones no fueron duraderas y pocas veces las rivalidades políticas terminaron en hechos sangrientos.
La política en el Medellín del siglo XIX le concernía a un grupo que tenía interés en ocupar los cargos públicos locales o de representación nacional. Sin embargo, no parecería ser un aspecto que atrajera particularmente la atención de la población. Los gobernantes administraban con un sentido práctico, en lo que parecería ser un acuerdo de los partidos, de buscar el desarrollo de la región. Esta apatía hacia la política fue comentada por distintos visitantes extranjeros y nacionales a la ciudad. Y, aunque algunos recelaban de la ausencia de actividades y centros de recreación, lo que más recriminaban era la acendrada dedicación a los negocios y el comercio.
Efectivamente, las actividades mercantiles concentraron la atención de las elites de Medellín. Parte importante de su actividad era la importación de bienes de consumo y herramientas. Las calles adyacentes al parque de Berrío se convirtieron en vías comerciales, y en el primer piso de cada casa había un almacén. Al observar las fotografías de fines del siglo XIX de esas calles vemos multitud de avisos que identifican los almacenes y sus productos. Las exportaciones continuaron centradas en las remesas del oro que se explotaba en la región. Ese oro servía para adquirir a importadores los productos que se ofrecían en las vitrinas. Luego se sumaron las exportaciones de café, el cultivo que floreció en el propio valle y se expandió con la colonización antioqueña. Las empresas comerciales tenían un carácter familiar y eran conocidas por sus propios apellidos: Restrepos y Cía., Botero Arango e Hijos, Fernando Restrepo e Hijos, Echeverri Botero y Cía., Alejo Santamaría e Hijos, Marcelino Restrepo e Hijos, fueron algunas de las más importantes compañías de la ciudad. Cabe advertir que las inversiones de estas compañías, es decir de estas familias, no se centraban solamente en el comercio, también lo hacían en agricultura, minería, ganadería. Estas casas comerciales de Medellín abastecían a toda la región antioqueña e incluso el Valle del Cauca. Y el secreto de su prosperidad residía en los altos precios que adquirían las mercancías importadas a un país que carecía de toda industria manufacturera.
Una actividad que surgió del crecimiento comercial fue la financiera. La circulación de capitales que se ofrecían o solicitaban en préstamo habitualmente se garantizaba con letras. Pero sus montos crecieron y requirieron de una organización más segura, además que en ocasiones estos capitales se ofrecían en otras ciudades. Fue así como en Medellín surgió el Banco de Antioquia (1871), el Banco de Medellín (1881), el Banco Popular (1882) y el Banco del Comercio (1896).
Si bien Medellín conservaba mucho de su aspecto rural, una novedad de la ciudad fue el crecimiento y diversificación de la actividad artesanal. Los artesanos tradicionales empezaron a calificarse y a enterarse de las técnicas europeas de confección de vestido y mobiliario. Además fue la época en que arribó un importante grupo extranjeros que introdujeron novedosas técnicas de ebanistería, herrería, zapatería, sastrería, cerrajería, relojería y construcción. A Joseph Harris se debe, por ejemplo, el inicio de la fabricación de pianos. La influencia de estos artesanos extranjeros fue notable en la introducción de nuevas modas, como también porque formaron alumnos que extendieron su trabajo. O algunos, como Heinrich Hauesler que fue decisivo en la creación de la Escuela de Artes y Oficios. En 1880 había en la ciudad 22 gremios y 181 talleres artesanales. Esta fue la base social con la que la ciudad daría el paso hacia las manufacturas. Aunque la tradición era que el taller fuera el mismo lugar de residencia del artesano, muchos ya no lo eran y contaban con un cierto número de ayudantes y auxiliares.
Un aspecto en el que Medellín dio un salto trascendental en el siglo XIX fue el educativo. Durante la época colonial y aún en los inicios de la República la ciudad contaba con muy pocas escuelas y colegios. Hubo logros como la creación de la primera escuela lancasteriana en 1823, a cargo del distinguido educador Víctor Gómez. Pero lo cierto es que sólo fue hasta la mitad del siglo cuando se abrieron escuelas y colegios públicos privados para la educación de niños y niñas. Las hubo en el centro de la ciudad como en los barrios Belén, Aguacatala, San Cristóbal, Bello, Girardota y Piedras Blancas. Y el momento más notable del impulso a la educación ocurrió bajo la presidencia de Pedro Justo Berrío. En los años de 1869-1873 la población escolar de Medellín ascendía a 4108 niños y niñas. Fue la época en que se fundaron instituciones públicas como el Colegio del Estado (que se convertiría en la Universidad de Antioquia), y muchas privadas como el San Ignacio, San José y La Presentación. Además se dio inicio a la formación de educadores en la Escuela Normal del Estado, con la vinculación de pedagogos alemanes. Una institución que ya nombramos fue la Escuela de Artes y Oficios, decisiva en la formación de trabajadores calificados. Aunque también fue el lugar de la formación de los primeros pintores y dibujantes. Junto a la Universidad de Antioquia que a la tradicional formación de abogados sumó la apertura de facultades en Medicina, odontología y distintas áreas técnicas, surgió la Facultad de Minas. Ésta se orientó a la preparación de jóvenes en los campos de la física, química, mineralogía, mecánica, agrimensura, construcción y arquitectura. Estas dos instituciones formaron generaciones en nuevos preceptos, especialmente en conocimientos prácticos aplicados a la industria, la minería y el desarrollo vial.
No obstante, en el siglo XIX Medellín empezó a distinguirse por su catolicismo y devoción cristiana. En 1868 se decretó el traslado de la sede de la diócesis de Santa Fe de Antioquia a Medellín, lo cual supuso un fortalecimiento de cada una de las instituciones religiosas que existían entonces. Fue construida la Catedral Metropolitana , y la iglesia de la Candelaria y las parroquias fueron mejoradas. Nuevas órdenes se asentaron en la ciudad y el número de religiosos aumentó. Pero lo más importante, la presencia cercana del obispo ante una feligresía que bullía de emoción, permitió ejercer una pastoral rigurosa. A través de las misas dominicales, visitas pastorales (incluso a las casas) y prédica en las festividades, la iglesia tuvo mayor influjo en la población. Una extensión más precisa de ese cambio se dio en la constitución de distintas asociaciones religiosas. De la época colonial existían las cofradías de culto, pero ahora fueron las confraternidades marianas, del Sagrado Corazón de Jesús y de la Enseñanza de la Doctrina Cristiana las que alcanzaron un fuerte arraigo entre la población. Aunque, religiosidad y devoción, especialmente influyentes en la moral y los comportamientos cotidianos, no fueron contrarias a la modernización de la ciudad.
Medellín se proyecta en el siglo XX en un importante proceso de industrialización. Las razones que explican este cambio son la previa formación de capitales en manos de mineros, comerciantes y cafeteros establecidos en la ciudad; el crecimiento comercial de de las últimas décadas; la iniciativa de los ingenieros y empresarios; la demanda creciente de bienes de consumo en Antioquia y en regiones de reciente formación como Caldas y Quindío; la disponibilidad de fuerza de trabajo calificada; la realización de obras de comunicación (carreteras y ferrocarril) que rompieron con el inveterado aislamiento de Antioquia. Las primeras industrias creadas producían bienes de consumo. Una de extrema significación para la ciudad fue la textil. Aunque desde el final del siglo anterior existían telares en Envigado y Medellín que producían camisetas, toallas, mantas y alfombras, con la importación de maquinaria inglesa se dio un salto sustancial en su producción. En 1904 se creó la Fábrica de Hilados y Tejidos de Bello, que pocos años después contaba con 200 telares, 5000 husos para algodón y empleaba 500 operarios. En 1907 se fundó la Compañía Colombiana de Tejidos, Coltejer, que introdujo sustanciales cambios técnicos y en poco tiempo se convirtió en la empresa emblemática del sector. Tanto que en 1968 el edificio de sus oficinas construido en el centro se volvió un símbolo distintivo de la ciudad. Pero el crecimiento del sector continuó con la apertura de fábricas de hilos, tejidos y prendas. Y cambios significativos fueron la introducción de fibras sintéticas en que rendían el algodón y la fabricación de telas estampadas. Empresas como la Compañía de Tejidos Rosellón, Tejidos Unión, Fabricato, Fatelares, Pepalfa, Calcetería Alfa, Paños Vicuña, Pantex, Tejicóndor, Caribú y Everfit, fueron algunas de las más importantes, creadas todas en la primera mitad del siglo XX. Medellín se convirtió en la ciudad textilera de Colombia, con figuración en toda Latinoamérica. El significado de esta industria para la ciudad es comprensible, tanto por la potencia de sus capitales como por la numerosa población que empleaba. Pero su incidencia en la formación del gusto y moda colombiana no ha sido menor. No sin razón desde hace mucho Medellín se convirtió en la ciudad de la moda.
Otro sector industrial de especial crecimiento en el siglo XX fue el de comestibles. Las cervecerías, fábricas de gaseosas, tabacos, café tostado, chocolates, lácteos, harinas, galletas y confites, fueron la base de lo que llegaron a ser grandes conglomerados. También surgieron fábricas de jabón, loza y vidrio, velas, fósforos, entre otras. Pero un sector de bienes duraderos también surgió con fuerza, como la metalurgia que consolidó la Empresa Siderúrgica de Medellín (Simesa), la Industrias Metalúrgicas Unidas (Imusa) y la empresa Haceb. Todas especializadas en la producción de piezas de acero, hierro y aluminio. Y empresas como Cementos Argos, Cementos El Cairo y Pintuco tuvieron su origen en los requerimientos de la creciente demanda de una ciudad en expansión. Además empresas como editorial Bedout y periódicos como El Espectador y El Colombiano tuvieron plena proyección nacional.
Evidentemente un sector que registró importantes transformaciones fue el financiero. Se consolidaron grupos financieros y bancos como el Comercial Antioqueño. También en esos bancos se introdujo el uso de cheques corrientes y cruzados. Y un sistema de respaldo financiero, comercial e industrial que nació fue el de las aseguradoras. En 1944 fue creada la Compañía Suramericana de Seguros, verdadera pionera en el ramo e ícono de la ciudad. En ese mismo año se conformó la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), con el propósito de fomentar la producción de materias primas en el país. La actividad de la Andi para revertir la dependencia de las importaciones de maquinaria y herramientas en sectores como el metalmecánico, electrónico, químico y de plásticos resultó trascendental.
Esta expansión industrial ocurrió en el contexto de un aumento de población excepcional, provocado por un crecimiento natural y por una sostenida inmigración a la ciudad. Hay fuertes evidencias de que las mujeres de Medellín procreaban abundantemente, pero también que hubo una reducción de la mortalidad. Así mismo, Medellín desde los inicios del siglo registró el arribo de pobladores que inicialmente procedían de su entorno, posteriormente del suroeste y el magdalena, pero después los hechos de la violencia política atrajeron gente de regiones tan distantes como Urabá y el noroeste. En 1905 Medellín tenía 60.000 habitantes y hoy su población alcanza los 2.500.000 habitantes. Hubo momentos, como a mediados de siglo, en que su población creció a un ritmo de 6%. Algo excepcional, aun en el contexto de América Latina.
La ciudad expandió su perímetro en el afán de dar albergue a su creciente población. Las élites ocuparon inicialmente espacios atractivos del propio espacio urbano. Uno fue el de las maravillosas construcciones en las riberas de la quebrada Santa Elena (hoy Av. La Playa ), o las vistosas casas quintas del barrio El Prado y las del entorno de la Catedral Villanueva. Aunque también levantaron notables casas de recreo en el río y El Poblado. Además se poblaron los entornos de las plazas de mercado Flórez y Guayaquil. El asentamiento de la clase trabajadora estuvo determinado por factores empresariales. En los comienzos de siglo no fueron pocas las empresas que construyeron u ofrecieron viviendas a sus trabajadores en terrenos adyacentes a las fábricas. El caso más conocido es el de Fabricato, especialmente en lo concerniente a su vinculación de fuerza de trabajo femenina. Orden y disciplina laboral comprendían también una pedagogía moral. De alguna manera estas empresas buscaban así estabilizar su fuerza laboral. Aunque en la década del veinte el Concejo Municipal impulsó proyectos de vivienda obrera en barrios como Aranjuez, Manrique y La Floresta , no fueron solución a la alta demanda de vivienda. Pronto surgió la comercialización de terrenos con fines rentables. Distintos empresarios adquirían terrenos que vendían a crédito a empleados y trabajadores. Tal fue el caso de barrios como Aranjuez, Berlín, Manrique, Pérez Triana, Majalc, Campo Valdés y Castilla. Todos ubicados en la franja occidental de la ciudad y algunos surgieron como extensión de la vía del tranvía. Cabe agregar que desde los años treinta el Banco Central Hipotecario, BCH, y el Instituto de Crédito Territorial, ICT, acometieron distintos proyectos de vivienda destinados a familias de trabajadores y empleados. Algunos de ellos fueron el barrio Lleras en El Poblado, San Joaquín y Santa Gema en Laureles.
Una auténtica transformación significó la extensión de la ciudad hacia la otra banda del río, tradicionalmente ocupada por estancias y plantíos. El trazado de la Av. Colombia para comunicar a Robledo y San Cristóbal, la Av. 33 hacia la Av. Bolivariana , la Av. San Juan, y las calles 70 y 80 que aproximaron nuevos asentamientos. Barrios como La Floresta , La América , Calasanz, Belén, etc., fueron proyectos que recibieron una clase media y trabajadora. Con la construcción del puente San Juan, en esa extensa zona también alcanzó especial protagonismo la creación de barrios como Laureles y Conquistadores, “las zonas verdes”, que albergaron una burguesía exitosa y una clase media en ascenso. Pero es comprensible que la banda occidental se estructuraría y consolidaría con la construcción del aeropuerto Olaya Herrera, el Estadio Atanasio Girardot, la Universidad Bolivariana , la Universidad Nacional de Medellín, la Facultad de Minas, la universidad de Medellín, el Colegio San Ignacio y el Instituto Técnico Pascual Bravo.
Presidentes de la República oriundos de Medellín | Periodo |
Juan de Dios Aranzazu | 1841-1842 |
Carlos E. Restrepo | 1910-1914 |
Mariano Ospina Pérez | 1946-1950 |
Álvaro Uribe Vélez | 2002- 2006 2006-2008 |
Un fenómeno adicional fue el rápido crecimiento de sitios que adquirieron la calidad de municipios como Itaguí, Envigado, Caldas, Bello, Copacabana y Girardota. Lo que era una constelación de asentamientos dispersos en el valle, hacia la década de los años setenta empezó a mostrar una densa unidad poblacional. Desde entonces los límites entre Medellín y estas poblaciones se hicieron indistinguibles. Itaguí fue el distrito industrial por excelencia, aunque fábricas hubo en distintos barrios y municipios. Un caso especial lo constituye El Poblado, conservado como barrio de Medellín. La pavimentación de la vía hacia este barrio campestre animó a muchos vecinos a trasladarse a este atractivo lugar. Desde la década de los años setenta El Poblado introdujo la que sería una nueva arquitectura en la ciudad: edificios y torres cada vez más elevadas. Si la Medellín tradicional era una ciudad extendida, la del siglo XXI es casi una ciudad gótica por su altura.
Desde comienzos de siglo instituciones como la Sociedad de Mejoras Públicas e individuos como Ricardo Olano reclamaban la necesidad de un plano ordenador del crecimiento de la ciudad. El concurso de 1913 denominado Plano de Medellín Futuro buscaba hacerse a las herramientas urbanísticas que ayudaran al Concejo Municipal para orientar el desarrollo de la ciudad. Las distintas conclusiones de este plano chocaron contra los intereses individuales de financistas y urbanizadores. En 1934 el célebre urbanista austriaco Karl Brunner visitó la ciudad y en una conferencia ofreció una serie de recomendaciones al Concejo local. Especialmente insistía en la necesidad de un Código de construcción de viviendas y urbanizaciones, una zonificación de la ciudad, un trazado discriminado de vías y arterias que comunicaran los distintos sectores y la necesidad de que la ciudad contara con plano que se actualizara cada cinco años. Y en 1950 los urbanistas Wiener y Sert acometieron un Plan Piloto para Medellín. En éste se recogían distintas de las recomendaciones hechas por Brunner, pero además añadían la urgencia de concentrar las distintas industrias que asfixiaban con sus chimeneas el valle, y también la canalización del río Medellín.
Efectivamente, podemos considerar que la rectificación, canalización y recuperación de las aguas del río Medellín han sido algunas de las obras más significativas en la historia de la ciudad. El río serpenteaba en su recorrido por la ciudad, con frecuencia sufría crecientes y mantenía anegados terrenos próximos a zonas urbanas. Este trabajo que se inició hacia 1921 y que se llevó a cabo con interrupciones le aportó a la ciudad uno de sus más bellos atractivos. Pero impedir que las fábricas y talleres vertieran sus aguas al río fue un esfuerzo aun mayor. Este proyecto estuvo asociado a la construcción de dos grandes avenidas en los costados del río. Sin embargo el proyecto inicial era el de construir un gran parque en la vega del río, iniciativa que fue desechada por el presidente Alfonso López Pumarejo en favor de las avenidas. Finalmente, una obra complementaria en el diseño de la ciudad moderna fue la recuperación de los cerros Nutibara y El Volador. Parque cultural el primero y parque ecológico el segundo.
Buena parte de la modernización de la ciudad tuvo como artífice a las Empresas Públicas de Medellín (EPM) que ya en 1918 se constituyó en entidad municipal con carácter autónomo, independiente y descentralizada. Fue la entidad planificadora y promotora de los sistemas de alumbrado público, acueducto, alcantarillado, teléfonos y transporte. El éxito de las EPM ha sido explicado por su independencia de la alcaldía, la continuidad en sus gerentes y en el concepto técnico con que se la ha administrado. Tal vez los proyectos más ambiciosos que llevó a cabo en el Departamento fueron los de la centrales hidroeléctricas de Guatapé, El Peñol y La Tasajera.
LUGARES HISTÓRICOS Y DE INTERÉS
Diez lugares de interés para una persona que visite Medellín son los siguientes:
- Ciudad Botero- Museo de Antioquia
- Museo de Arte Moderno
- Escultura “Monumento a la Vida ” de Rodrigo Arenas Betancurt
- “El Paraninfo”, Universidad de Antioquia
- Pueblito Paisa
- Jardín Botánico
- Cerro Nutibara
- Biblioteca Temática EPM
- Centro Administrativo La Alpujarra
- Museo El Castillo.
Los medellinenses iniciaron el siglo movilizándose en carretas y a caballo. Luego, entre los años veintes y cincuentas lo hicieron en un novedoso sistema de tranvías que se desplazaba sobre rieles. Después éste fue reemplazado por compañías de buses y busetas que recorrían los distintos puntos de la ciudad. Pero un proyecto de transporte masivo moderno empezó a gestarse en 1975, cuando una misión belga recomendó la creación de un sistema metro de trenes subterráneos y a superficie. En 1983 la Empresa de Transporte Masivo Metropolitano abrió la licitación para la construcción del metro, obra que sufrió distintos retrasos y complicaciones técnicas y administrativas. Finalmente, el metro de Medellín empezó a funcionar en 1995, constituyendo un hito en las obras públicas colombianas. Más allá de la discusión, que en su momento provocó sobre su costo y trazado, el metro ha tenido un impacto enorme en la economía y autoestima de los paisas del Valle de Aburrá. Recientemente se han construido dos sistemas de Metrocable, integrados al metro, que permiten la movilización rápida de la gente de las comunas más apartadas. Observar estas especies de canastas moviéndose sobre las colinas pobladas provoca asombro y constata la existencia de una comunidad con capacidad acumulada para resolver problemas prácticos de su existencia.
Finalmente, este breve repaso a la formación y desarrollo de Medellín no nos puede hacer olvidar sus grandes limitaciones. Los logros y conquistas de sus gobernantes y pobladores han tenido su más grave talón de Aquiles en la condición social de quienes viven en las Comunas. Además, quienes arribaron a la ciudad en las últimas décadas llegaron en las peores condiciones y terminaron ubicándose en los terrenos más accidentados y peligrosos. En nuestra memoria han quedado las tragedias de Santo Domingo Savio (1974:100 muertos) y Villatina (1987: 600 muertos). Pero cada año en las épocas de lluvia reaparece la orfandad de los desplazados, de los más necesitados. Es como si la maravillosa naturaleza del Valle de Aburrá quisiera recordarnos el costo de alterar un orden.
AÑOS INCIERTOS.
¿Qué significado tuvieron para Medellín Pablo Escobar y la zaga de grupos mafiosos? No es fácil responder esta pregunta. Demasiada literatura se ha escrito al respecto, pero no por eso esta breve semblanza sobre la ciudad debe esquivar el asunto. Un esplendor de capitales y fortunas inundaron la ciudad, impulsaron la construcción de lujo, avivaron el comercio y el confort de todos. Pero tras la fiesta vino la sangre, las bombas y las balas sin dirección impactaron. En la soleada tarde del 2 de diciembre de 1993 finalmente Pablo Escobar cayó muerto. Ni la sociología ni el sicoanálisis son suficientes para explicar al sicario, pero las dos son imprescindibles si queremos intentar acercarnos a este ser brutal. Niños sin padre, o con uno demasiado fuerte, se nos ha dicho. La verdad, las razones de este trauma parecen más complejas. El problema fue la cristalización de una cultura que exaltaba la riqueza aun a costa de la vida. Ante la gravedad del problema la Presidencia de la República creó en 1990 una Consejería Presidencial para Medellín. Sus recomendaciones recordaron la importancia de la educación en la historia de Antioquia y la necesidad de restaurar vínculos y los valores primarios. Las últimas alcaldías de la ciudad parecerían no haber olvidado esos consejos y su decisión de abrir colegios y bibliotecas en las zonas más deprimidas nos llenan de esperanza.
CIUDAD DE ARTISTAS.
En contraste con la difundida idea de que Medellín era tierra infértil para las actividades del espíritu, y que el origen judío o vasco de su población la conducía inexorablemente hacia los trabajos rentables, en la ciudad florecieron importantes expresiones y figuras en las distintas artes. En Medellín surgieron dos importantes movimientos poéticos: Los Pánidas y los Nadaístas. Liderados por León de Greiff y Gonzalo Arango, los dos pretendieron renovar con sus versos el espíritu de la época. Junto a ellos nombres como los de Efe Gómez, Carlos Castro Saavedra, Mario Rivero, Jaime Jaramillo Escobar, José Manuel Arango, Eduardo Escobar, Darío Jaramillo, Elkin Restrepo y Juan Manuel Roca, entre otros, componen una larga zaga de gente que optó por la poesía como forma de expresión. La mayoría de ellos con un reconocimiento nacional. En Medellín hay un gusto por la lectura de la poesía, en libros o revistas, y en privado o en público, como en las jornadas multitudinarias que han hecho tradición. En el campo de la narrativa la ciudad ha contado con nombres reconocidos como Tomás Carrasquilla, Fernando González, Manuel Mejía Vallejo, Fernando Vallejo, Darío Ruiz, Mario Escobar, Tomás González, Juan José Hoyos y Óscar Castro. En muchos casos la propia ciudad ha sido el escenario de novelas y cuentos que pasaron del costumbrismo al relato social y a la ficción.
Conviene no olvidar que Medellín fue cuna de importantes figuras de la institución eclesiástica colombiana. Pero más que eso, una inclinación hacia la filosofía y las disquisiciones intelectuales fueron notables en las generaciones de los años sesentas y setentas. Como una reacción contra el tradicionalismo allí surgieron los movimientos poéticos que ya hemos nombrado. Pero también algunas de las mentes más lúcidas y crítica de nuestra cultura. Estanislao Zuleta y Luis Antonio Restrepo encarnaron una voluntad de conocimiento y una capacidad analítica extraordinarias. Los libros que recopilan las conferencias que dieron a lo largo de muchos años tratan temas de la filosofía, de la historia, de la literatura y de la estética.
Igualmente, en el campo de las artes plásticas Medellín ha descollado. Si en los siglos XVIII y XIX la ciudad no fue pródiga en pintores, en el siglo XX llegaron en abundancia y calidad. Francisco Antonio Cano, Pedro Nel Gómez, Débora Arango, Ignacio Gómez Jaramillo, Carlos Correa, Eladio Vélez, Fernando Botero, Óscar Jaramillo y Martha Elena Vélez, fueron algunos de los de más proyección. Abocaron distintas técnicas, incluso el muralismo, y sus temas difícilmente podrían identificarse por el costumbrismo. En el caso de la escultura Marco Tobón Mejía, Rodrigo Arenas Betancurt, Fernando Botero, John Castles, Rony Vayda y Hugo Zapata han producido una obra duradera. En distintos materiales y tamaños, estos artistas de la forma, han representado de muy diversa manera la sensualidad y la modernidad. No podríamos dejar de nombrar la importancia que en el campo de la fotografía colombiana tuvo la obra de Melitón Rodríguez, Benjamín de la Calle , Rafael Mesa y Gabriel Carvajal. Bien como fotografía de estudio o reportería callejera, sus imágenes son el mejor registro de la ciudad, sus gentes, sus fiestas y sus dramas.
Desde 1957, en los primeros días de agosto en Medellín se lleva a cabo la Feria de las Flores. El principal certamen de esta feria es el Desfile de los Silleteros, evento de un profundo sentido ancestral. Campesinos de la vereda Santa Elena recorren calles de la ciudad con sus silletas a cuestas. Cada silleta es adornada con orquídeas, rosas, heliconias, girasoles, lirios, claveles, pompones, agapantos y muchas flores más, representando figuras alegóricas de la historia de Medellín y su región. Silleteros y flores se han convertido en símbolos de la ciudad. Ellos han dado identidad a sus pobladores y con su presencia recuerdan el pasado de arrieros, mulas y fondas. Toda la festividad de agosto es una exaltación de la tradición. Los arrieros, los copleros, los jinetes, el sentido familiar y el apego a sus comidas campesinas, nos revelan la forma asombrosa como el alma de los medellinenses convive entre la modernidad y la más arraigada tradición.
BIBLIOGRAFÍA
Historia de Medellín . 2 volúmenes. Jorge Orlando Melo (Editor). Medellín: Suramericana de Seguros, 1996.
Historia de Antioquia . Jorge Orlando Melo (Coordinador). Medellín, 1988.