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Medellín, la ciudad de la eterna pintadera

Medellín, la ciudad de la eterna pintadera

Siguen las tomas de grafiti en las principales ciudades de Colombia. Los artistas de la calle quieren “decirles al estado y a los empresarios que no vean en el grafiti una estrategia para sacar jóvenes del conflicto, sino una expresión que fortalece la creatividad, la imaginación”.

Medellín, la ciudad de la eterna pintaderaLina Ríos

Es viernes en la tarde y los escritores de grafiti empiezan a agitar las latas de aerosol para ahuyentar un posible aguacero. La expectativa inundó de bocetos las aceras de la avenida San Juan y, en simultáneo, más de setenta artistas le dieron inicio a una extensa jornada que busca generar conciencia sobre el arte urbano en el espacio público.

“Por nuestro derecho a la ciudad, por la libertad y el derecho a la vida, por el respeto al arte urbano y en contra de la privatización del arte en las calles” es la insignia de esta maratón artística que conmueve a los jóvenes desde las redes sociales.

La ciudad es un lienzo en el que los jóvenes expresan por medio del arte sus pensamientos más profundos y comunican constantemente sus anhelos y deseos al público en general. El grafiti es sinónimo de ciudad moderna, una que cuenta historias a través de la pintura en sus calles, y en esta ocasión son los jóvenes de Medellín quienes deciden centrar la atención a través de la toma pacífica de grafiti durante 24 horas en la avenida San Juan. El deprimido de la avenida es un punto estratégico cercano al Centro Administrativo La Alpujarra, un espacio lejano a los intereses artísticos de los jóvenes, distante culturalmente porque de antaño se ha considerado que este lugar de poder y dirección es ajeno a quienes desde los barrios y comunas tienen los mismos derechos sobre el espacio público. Este espacio es gris y se lo ha considerado imposible de intervenir por su cercanía con la Alcaldía, la Gobernación y el Palacio de Justicia. La intervención artística les permitirá a los jóvenes cautivar a través del arte a las personas del lugar y dejará en evidencia una galería urbana al aire libre al alcance de todos.

Los buses transitan llenos y las miradas perdidas encuentran un cauce en una extraña aglomeración que contamina de color el perpetuo gris del cemento de una de las arterias del corazón emprendedor paisa. Esta expresión juvenil cada día busca acabar con el estigma de vandalismo en el que se ha visto envuelta durante mucho tiempo. Esta manifestación artística no representa un riesgo en el desarrollo de las cotidianas labores de limpieza de los puentes que nos podrían proteger de la lluvia. Al parecer esa convicción colectiva de poner a pensar al público paisa pintó un firmamento despejado sobre el fondo nublado y gris que acostumbramos a ver en noviembre.

No es un asunto completamente de aerosoles, también es una posibilidad para pinceles y brochas que esparcen pintura de forma indiscriminada. Desde ambos lados de la avenida se filtran interesantes voces que expresan el acontecimiento de poder pintar sin afanes y azares.

Los medios de comunicación locales se acercaron con una curiosidad insaciable en sus lentes, las preguntas, por más que sencillas, demostraron un interés imparcial frente a un acontecimiento histórico que se está desarrollando en simultáneo en el país.

Más tarde, el transcurso de los vehículos disminuyó para concentrar la atención en los detalles finales de algunas piezas, pulir los cortes, emparejar los rellenos y decidir en qué muro seguir pintando. Una camioneta de la Unidad de Derechos Humanos hizo un breve acompañamiento para garantizar el cumplimiento de los mismos, pero más tarde la policía acusó a uno de los artistas de contaminar visualmente el espacio. Aquello no trascendió debido a la inmediata asistencia de un abogado y nuevamente el sonido de las latas de aerosol le devolvió el color a los muros.

Las rutas de buses abandonan las calles y, de la nada, uno de sus habitantes nos expresa la felicidad al ver su casa recién pintada.

Algunos afirmaron que no existe algo que una a los escritores de grafiti de Medellín, mientras otros nos negamos a pensar eso. Para que la ciudad invierta, necesitamos decirle al Estado y a los empresarios que no vean en el grafiti una estrategia para sacar jóvenes del conflicto, sino una expresión que fortalece la creatividad, la imaginación, todas estas características necesarias para los jóvenes de una ciudad que pretende ofertar servicios en la industria de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Con los primeros rayos del sol, el deprimido de San Juan es un nombre sin sentido al apreciar un espacio lleno de color que le da vida a esta zona céntrica e importante de la ciudad. Sus paredes siguen alimentándose de las buenas intenciones de los jóvenes que le pintan una expresión más agradable a la ciudad. La jornada continuará fuera de la maratón y los invitamos a que nos veamos las caras, conversemos, construyamos consensos y propuestas que hagan de esta expresión lo que todos queremos que pase con ella. A la ciudad en general le deseamos que comprenda los intereses e intenciones reales de los escritores de grafiti, más allá de los discursos alrededor del conflicto.

Por: Alejandro Orozco Acosta
Fuente: elespectador.com/