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¡Levántate y baila! El baile modifica nuestros patrones mentales

Según Peter Lovatt, director del Laboratorio de Psicología Dancística de la Universidad de Hertfordshire, bailar ayuda al cerebro a generar nuevas rutas de pensamiento, arabescas improvisaciones en ritmos neuronales.

 

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Peter Lovatt es un académico adscrito a la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra, especialista en asuntos psicológicos. Y si bien sus logros científicos no son menores, debe su atractivo y singularidad a su actitud desenfadada y juguetona que queda explicada por su pasado como bailarín profesional, un ítem ciertamente raro en el currículum de cualquier académico.

Luego de ejercer durante un tiempo su artística profesión con presentaciones en algunos de los teatros ingleses más importantes, y acaso animado por una inquietud momentáneamente puesta en suspenso, Lovatt decidió cambiar la danza por la universidad y abrazó la vida académica, con tanta seriedad y firmeza que consiguió su doctorado en Psicología por la Universidad de Essex.

El ahora Dr. Lovatt siguió sobre esta línea hasta que hace tres años, en 2008, consiguió fundir sus dos pasiones en el Laboratorio de Psicología Dancística (Dance Psychology Lab) que puso en marcha a expensas de la Universidad de Hertfordshire, mismo que dirige desde entonces en sus investigaciones sobre la relación entre la danza y la psicología, ese añeja disputa occidental entre el cuerpo y la mente. Claro que el acercamiento de Lovatt sobre estos vínculos son mucho más lúdicos y frescos, intentando nunca perder el rigor científico pero tampoco la espontaneidad de la actividad artística.

Recientemente Peter Lovatt ofreció una entrevista al periódico The Guardian en la que expuso algunos de los descubrimientos en torno al baile y sus efectos sobre los procesos cerebrales. Según Lovatt, ciertos tipos de baile inciden directamente en la forma en que podemos resolver problemas análogos a dichos modos de animar el cuerpo: la improvisación al bailar, por ejemplo, ayuda a enfrentar mejor problemas que poseen soluciones distintas; por el contrario, un baile que depende de movimientos muy precisos y sumamente estructurados hace que el pensamiento se ejercite en problemas de solución única.

Asimismo, a partir de lo que sabe sobre el mal de Parkinson y los beneficios del baile, se augura que quizá bailando podrían mitigarse los daños neuronales dejados por tan dañina enfermedad. En tanto que el Parkinson provoca una interrupción de los procesos de pensamiento divergente (nuestra capacidad de generar ideas nuevas y creativas), Lovatt asegura que la danza improvisada mejora notablemente dicha capacidad en enfermos de Parkinson; la siguiente etapa en esta investigación será analizar el efecto directo en la química y la fisiología del cerebro, pues se cree que gracias al baile se desarrollan nuevos caminos neuronales que sortean los obstáculos que deja la dopamina agotada —uno de los sellos indiscutibles del Parkinson (recordemos que la dopamina es el neurotransmisor encargado del movimiento, la motivación y la cognición).

Lovatt también estudia los efectos del baile en la autoestima de quienes lo practican asiduamente. Aunque espera tener resultados más concretos, de entrada piensa que cualquier actividad en la que se tolera en alto grado la posibilidad de fallar fortalece nuestro amor propio.

Finalmente, en cuanto a las bases científicas para la capacidad dancística de cada quien… bueno, para eso parece que no hay pruebas científicas contundentes. Por el momento todo parece indicar que bailar es solamente un asunto de confianza personal.

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