El miedo a estas drogas es comprensible. Sus efectos son impredecibles y, más allá de ajustar la dosis, tenemos un control limitado sobre sus efectos. Eso es muy diferente al siempre popular alcohol y cannabis, que son mucho más predecibles en la forma en que nos hacen sentir, comportarnos o pensar.
Los ensayos que usan drogas psicodélicas como la psilocibina, el LSD o la 3,4-metilendioximetanfetamina (conocida por la mayoría de nosotros como éxtasis) están en marcha y muestran resultados prometedores . Uno de esos ensayos alcanzó un hito cuando fue aprobado para tratar a personas con trastorno de estrés postraumático en Estados Unidos. Este podría ser un buen momento ya que algunos expertos predicen un aumento en el personal de atención médica y los pacientes que experimentarán TEPT debido a Covid-19.
Si bien la investigación sobre el potencial terapéutico de los psicodélicos se ha visto obstaculizada en el pasado, hay un resurgimiento en el interés. Los impulsores de este cambio son difíciles de discernir, pero hay algunas razones probables. En todo el mundo occidental, las tasas de problemas de salud mental están en aumento.
Algunas personas predicen que el personal de salúd involucrado en el tratamiento de pacientes con Covid-19 experimentará problemas psicológicos como el trastorno de estrés postraumático. Los números estimados en riesgo son asombrosos: el 10 por ciento de la fuerza laboral no parece mucho, pero dado que hay 500,000 enfermeras y 300,000 médicos, eso es decenas de miles que potencialmente necesitan ayuda.
La extrema necesidad de cambiar la forma en que tratamos la salud mental, en general. La mayor parte de la evidencia que tenemos sobre el tratamiento de problemas apunta a combinar medicamentos con alguna forma de tratamiento oral para cualquier posibilidad de éxito, así es probable que veamos una medicina psicodélica con licencia en el futuro.
