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¿Existe realmente la buena y la mala música?

Siendo políticamente correcto, diría que depende, pero en lo personal diría que sí. Afirmo esto porque hay una música que es hermosa y otra que, sencillamente, es horrorosa. Es un tema muy complejo porque no hay una garantía de que por muy sofisticada sea buena o que por sencilla sea mala. Pero existen ciertos criterios de calidad, independientemente de los gustos. La música está hecha para el entretenimiento pero principalmente es un arte. Sin duda hubo una división conceptual entre arte y  entretenimiento cuando los mecanismos del mercado se activaron.

¿Pero cuándo empezó todo esto?

El arte está basado en el proceso de las ideas, el desarrollo técnico e intelectual, la profundidad y el sentido orgánico. El entretenimiento, en cambio, se destina a lo que debe satisfacer el gusto de la gente. Hay arte que es entretenimiento y viceversa. Los medios de comunicación, por su parte, crean la cultura masiva. El teórico Marshall McLuhan lo afirma cuando escribió que el medio es el mensaje. Allí plantea que vivimos en una consecuencia de efectos secundarios producidos por los medios. El mundo de la música no escapa a esta consecuencia. La cantidad de etiquetas y justificaciones para venderla hacen que ésta se aleje de su intención inicial: la conexión espiritual y artística.

Hay música de corte empírico y otra de mucho más formal. No estoy en contra del empirismo musical, de hecho, soy amante de las tradiciones y sus cultores son gente del pueblo. Tampoco estoy en contra de quienes deciden irse por el camino comercial. De lo que sí estoy en contra es de la mediocridad. En cuanto al aspecto formal de la música, diría que es aquella que requiere de una preparación para generarse.

Los medios masivos

Con la aparición del fonógrafo empezó el efecto masivo en el universo musical. Anteriormente el método para promover las composiciones era a través de la partitura o la tradición oral. Con la radio la proyección fue más evidente y luego con la televisión surge el aspecto visual que no estaba planteado anteriormente.

Vemos repetidas veces como no importa la calidad musical de los artistas con tal de que sean “bellos”. En esta época  no hubieran tenido su espacio un Enrico Caruso o Ella Fitzgerald porque eran gorditos o una Edith Piaf porque era fea. La importancia del aspecto físico es tal que no se llega a ser demasiado sobresaliente en el mundo comercial sin un físico privilegiado.

Además tienes que ser que ser bello, simpático, carismático y tener un apoyo económico muy fuerte que resuelva la promoción de tu carrera. Por eso es importante hacer una clasificación de los parámetros que determinan la calidad de la música.

Clasificaciones de la música

Ritual o Folklórica

Cuando escuchamos alguna música folklórica de cualquier parte del mundo, hay un sentido orgánico, una fuerza proveniente de las raíces que es demasiado contundente. Recuerdo haber ido a las fiestas de San Juan y llorar de la emoción que producen los cantos de sirena, generalmente escritos por personas del pueblo con su hermoso empirismo. En general las fiestas folklóricas tienen una intención ritual o grupal. Ahí las reglas del juego son claras, lo que no es del todo claro es cuando la música se convierte en un producto.

Música sencilla y música elemental

Nos paseamos por la frágil frontera que existe entre lo sencillo y lo elemental. Me voy al diccionario y busco las dos definiciones. Sencillo: “que no tiene complicación, fácil, formado por un elemento o por pocos, natural, espontáneo, no presuntuoso”. Elemental: “Obvio, evidente, o fácil de entender”. Hay una diferencia muy sutil. Pienso que nos hemos quedado en muchos caminos de la música con lo obvio.

Cuando el universo sonoro es sencillo, va a la raíz de las cosas y generalmente tiene una poesía o magia particular que lo sostiene. No hay que ser complicado para hacer buena música lo que sí es cierto es que hay que tener algo que decir. La música de Simón Díaz es hermosamente sencilla. Vemos en cambio que lo elemental se hace cada vez más básico por lo que la fórmula prescrita se diluye deteriorando la calidad de cierta música. Mucho de lo comercial de hoy es totalmente elemental y básico, no menciono a nadie porque el muerto tiene dolientes.

La música culta y a veces oculta

Existe el universo de la música que necesita un estudio o conocimiento previo. Para esto hay toda una metodología y muchas veces resulta la música menos apetecible para la audiencia, pero es la que conlleva a una evolución artística. Los verdaderos artistas son los que transforman la música. Ahora vamos a un punto interesante ¿que es lo que es arte?  En Wikipedia conseguí esta definición:

“El arte es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa, a través del que expresa ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos”

La filosofía plantea que para que el arte exista tiene que ser una “verdad”. Einstein diría: la verdad es relativa. Lo que si es cierto es que tenemos parámetros estéticos que son trascendentales. El filosofo Martín Heidegger afirma para que el arte sea arte, “Es necesario superar el concepto mismo de estética”. Es necesario revisar cuál es el elemento decisivo que convierte una obra en verdad.

La verdad de la música

Por supuesto que todo artista quiere vivir de su arte y que éste le de ganancias económicas. Sin embargo es una decisión tanto del creador como del oyente decidir hacia donde se quiere apostar musicalmente. Por mi posición de músico que ha estudiado estoy en contra del conformismo

Definitivamente hay muchos caminos para llegar a Roma. La intención creadora y la búsqueda de un sentido estético empuja al creador a escoger su propio medio. En este sentido habría que ver si hay un objetivo artístico, espiritual o material. Vemos distintas posiciones en este sentido. Bach componía para dios y así suena el. Mozart compuso porque no podía evitarlo y la música sencillamente fluía de el. El pianista y compositor de jazz Bill Evans plantea en una entrevista que la música es el arte de hablar con espontaneidad. Cuando la música deja de ser un producto cultural vienen los cambios. En la inmediatez con la que vivimos, la música ha pasado de ser una búsqueda de creación a ser un producto de consumo. El concepto imperante es music is money.

¿Qué es lo que es comercial?

Es la música hecha con un objetivo: vender. Se rige bajo las leyes de un mercado que generalmente busca fórmulas. Se estandariza por armonías muy sencillas y ritmos que no compliquen a la gente. Sin embargo existen excepciones contundentes. La “Chica de Ipanema” de Antonio Carlos Jobim es la canción en el mundo que cuenta con más cantidad de versiones y su estructura armónica y melódica es bien compleja. La salsa de los 70´s tenía una complejidad melódica y estructural. Uno de los temas de salsa más conocidos es “Pedro Navaja” y dista mucho de las estructuras comerciales. Creo que el problema radica en que la música comercial se ha distanciado del arte y lo que importa es la venta de un producto. Hemos caído en esquemas reiterativos en donde impera el “copy-paste”.

Desde el punto de vista semántico el arte corresponde a un estimulo estético. Bajo este concepto habría que preguntarse, ¿la música comercial seria arte?, yo les preguntaría a los filósofos si consideran que la música hecha por Daddy Yankee es una “verdad”.

No pienso que todo lo comercial sea malo, de hecho hay mucha música comercial bien artística, pero también es cierto que en el mundo de la industria musical es donde hay una mayor mediocridad. Hay una labor que hacer: la de educar y mejorar la calidad de la música que dicta el mercado. Hay músicos del lado comercial que son excelentes como Stevie Wonder, o Juan Luis Guerra o Sting. Lo que debería ser importante para un autor determinado es el hecho de transformar su música en una verdad.

¿Qué impone el mercado? ¿Cantidad, formulas, o calidad?

El problema es que hemos caído en el facilismo y nos quedamos en la superficie. Recuerdo estar en la oficina de un sello disquero para el cual trabajaba y ver afiches, dvds, videoclips y carpetas de un cantante que no recuerdo el nombre, pero era un niño con nombre de telenovela, algo si como Rodolfo Alejandro.

Cuando le pregunto al chico del sello quién es este personaje, se percata que estoy viendo toda la inversión publicitaria y me contesta, tranquilo que tú vendes muchos más discos que el. Entonces le pregunte que si era así ¿porque yo no tenia todo ese aparataje?

Muchas veces me siento equivocado porque he estado estudiando música desde los 6 años de edad y cada vez siento que necesito aprender más cosas. No niego que muchas veces me he desconcertado al ver que músicos que apenas tocan tres acordes, ganan doscientas mil veces más que los músicos que se preparan no solo un día sino toda la vida. No todo el mundo tiene que ser súper virtuoso. El problema es que los parámetros para determinar la calidad de la música han pasado a ser otra cosa y no la música en si misma.

El arte ha perdido su importancia. Voy a darles ejemplo al respecto. Me consigo en un avión a un amigo que toca en un grupo pop bastante conocido. Empezamos a hablar y le cuento que estoy trabajando por subir el nivel, que estoy estudiando piezas de Bach que me pongan a trabajar técnicamente y tratando de estudiar más horas diarias.

El pana sorprendido me pregunta ¿y tu todavía estudias todos los días?, no supe que responder, porque para mi era algo obvio esa necesidad de subir el nivel. Seguimos hablando y me doy cuenta de que caemos en una conversación sobre el mercado de la música como si estuviéramos vendiendo un carro. Es difícil como artista pensar en el arte como el objetivo de una venta, pero el mundo contemporáneo así lo plantea y uno termina siendo una suerte de Fausto que vende su música al Mefistófeles del mercado.

Lo bueno, lo malo  y lo feo

Estos principios son muy interesantes porque existe música de calidad, la que es mediocre o mala y otra muy bien hecha que sencillamente es fea.

¿Como definimos la belleza? Eso se está estudiando desde el principio de la historia y hay valores culturales aparte de los gustos personales. Otro aspecto es que la emocionalidad de la música es un factor determinante en los gustos. Reitero, estamos en un punto muy difícil y es que la autenticidad no cuenta. La música para que sea comercial no depende ni siquiera de la calidad sino de cuánto estás dispuesto a invertir para que tu proyecto suene. Y en eso el mercado se mueve con todas sus estrategias. Por otro lado la música más formal se ha vuelto tan intelectual que a veces se aleja de la emocionalidad. Pienso que hay que buscar un punto medio entre la emoción y la acción del intelecto.

¿Cómo determino que es buena o mala música?

Cada quien tiene sus puntos de vista y una visión de su “verdad”. Las reglas para determinar una posición absoluta son imposibles. Lo que si podríamos hablar es de criterios de calidad. Cuando oímos algo desafinado, así nos guste, está desafinado. Al elevar los criterios de calidad del oyente, hay una expectativa más profunda en términos de una búsqueda musical. Hay que manejar un criterio basado en la calidad y no en la cantidad.

Nos paseamos adaptando nuestros propios valores al mundo de las manifestaciones artísticas. No existe una verdad absoluta, solo hay caminos diferentes. Verdades relativas que suceden las unas a las otras. Pienso que la “verdad” en cualquier manifestación artística es la consecuencia de ciertos estándares de calidad.

Si ponemos atención y clasificamos los elementos de la música, podríamos madurar como audiencia y ése es el objetivo. No quedarnos en primer grado teniendo la posibilidad de hacer una maestría y hasta un doctorado. Claro está, es una decisión personal. Hace algún tiempo le presenté la música de Bill Evans a una amiga que sólo escuchaba lo que dictaba el mercado.

Ahora es una asidua amante del jazz. Creo que hay que hacer un trabajo arduo de educación para que el publico general tenga otras oportunidades de discernir y no determinemos los gustos por lo que dictan las corrientes de la industria. Desde mi punto de vista para que una música sea buena tiene que tener alma y cuando esto sucede estamos enfrente a la alquimia de la musa y la vida. El celebre violinista Yehudi Menuhin afirma: “Estoy seguro de que la buena música la vida alarga”.

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