Me imagino un escenario electrónico mucho más ético, porque sueño ingresar a ese espacio donde todos los asistentes aceptamos que simplemente somos polvo de estrellas; es decir, que comprendemos que todo nace desde un mismo origen y por ende nada es superior a nada, o en su análogo: todos somos iguales; lo anterior quiere decir que es importante que ofrezcamos el respeto y la aceptación que cada uno quiere recibir, y ello incluye que lo hagamos con cada elemento participe en la pista de baile, desde las vallas, el personal logístico, el suelo, los baños, la persona que está a mi lado, el aire, el tarro con agua, la tarima, EL TODO. Anhelo un escenario electrónico donde el bien común prime sobre los intereses particulares, donde no me exalte porque otra persona me estrujó al pasar ya que estoy completamente seguro que no lo hizo con la intención de herirme sino que simplemente fue un descuido debido a la masividad.
Es imposible pensar que las dinámicas que se viven dentro del escenario electrónico están por fuera de la cotidianidad perversa que vive la humanidad, pues en la generalidad de la contemporaneidad se observa cierto orgullo por el egoísmo, porque no nos importa en qué situación se encuentre un semejante desde que yo obtenga mi parte, mi recompensa; un mundo donde lo material cobra más importancia que la vida, donde todo tiene un precio incluyendo los animales, las plantas y las personas; un contexto que premia únicamente a aquellos que poseen más oportunidades y/o capacidades aun conociéndose que hay muchas personas que no tienen acceso al agua potable, alimentación básica y están a la suerte de las condiciones climáticas. Sobra aclarar que obviamente si no está presente lo esencial, mucho menos estarán los derechos elementales como la educación, la salud y el vivir dignamente ¿Cómo no va a ser perverso entonces que la riqueza del mundo alcance para que cada ser vivo tome lo necesario para obtener bienestar, pero esta solo está en las manos de poquísimos privilegiados?
Mi ambición seria por tanto, llegar a un nuevo escenario electrónico donde no hay ningún tipo de basura, y no solamente me refiero a los residuos que perduran millones de años en los océanos, ríos y bosques y que desgraciadamente creamos por toneladas en una noche de fiesta (teniendo presente además que ni siquiera nos tomamos la molestia de llevarlos a la caneca más cercana, creo yo, por falta de sentido común y carencia de ética); también me estoy refiriendo a todo ese material tóxico y no deseado que cargamos en nuestra alma: hablo de la envidia, el egocentrismo, la avaricia, la indolencia, el egoísmo, la conchudez, la pereza y cada uno de esos estados que nos convierten en seres depredadores con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con el hábitat que desinteresadamente nos obsequia cada recurso necesario para una vida plena.
Puedo parecer un soñador o quizás un idealista, pero deseo con todas las fuerzas ese escenario electrónico que posiblemente está ubicado en un mundo paralelo al planeta tierra por la sencilla razón que allí cada uno acepta que la persona que está al lado basa la razón desde ideologías particulares y por ello simplemente piensa diferente. Lo recién expuesto sonaría como si en realidad cada uno se fuera a posicionar en orillas opuestas, pero es todo lo contrario: nos convierte en una red de cooperación que hace de cada individuo un receptor de necesidades y un trasmisor de soluciones, concluyendo en solidaridad y empatía desinteresada que curiosamente está siendo retribuida en la continuidad; eso es lo que nos permite encontrar puntos comunes en la divergencia. Por consiguiente, en ese nuevo espacio trabajaríamos como colectivo y no entraríamos en la lógica de competir para tener como objetivo la acumulación de poder, riqueza y monopolio. De este modo llegaremos a un escenario electrónico donde NO nos divida una cerca, donde las razas son una sola, donde el género es sinónimo de equidad y donde el amor es la prioridad.