En el último mes, el yagé ha estado en la agenda mediática del país por cuenta de dos hechos. El primero fue la muerte de dos personas al consumirlo en una ceremonia en Piedecuesta, Santander.
El segundo fue el festival multicultural que realizó la Gobernación de Nariño e incluyó rituales de yagé como parte de su oferta de diversidad cultural.
Esa incidencia mediática no fue más que un síntoma de un hecho real y palpable que es la popularización de esta bebida más allá de las fronteras de sus comunidades. Mientras el yagé expande sus fronteras, sus consumidores habituales están preocupados por la forma cómo está llegando a estos nuevos públicos.
¿Qué pasa cuando una persona que no tiene conocimientos de medicina -o aún teniéndolos- le ofrece a otros “un remedio” compuesto de diversas sustancias, mezcladas en distintas cantidades no contabilizadas y cuya preparación varía de ritual en ritual?
En el mejor de los casos, sólo será una droga que deprimirá el sistema nervioso central, estimulará algunas zonas del cerebro, generará alucinaciones y agudizará los sentidos.
El joven británico Henry Miller, de 19 años, murió en Colombia tras participar en una ceremonia ritual chamánica con ayahuasca o yagé.
Un agente de policía local dijo que, una vez era evidente el deterioro de salud del joven Miller, el chamán lo envió a un hospital en motocicleta, acompañado de dos jóvenes.
“Triste noticia”
“Creemos que participó en un ritual tribal local. El ritual implica tomar una infusión hecha a base de plantas del lugar”, explica.