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El colapso de la comuna 14 (El Poblado)

El colapso de la comuna 14 (El Poblado)

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Los ricos de Medellín le están torciendo el pescuezo a su gallina de los huevos de oro. La comuna 14, popularmente conocida como El Poblado, vive un nuevo auge de especulación inmobiliaria. En lotes si áreas verdes suficientes, con unos permisos de Planeación incomprensibles, respetando retiros que parecen de La América (o de la comuna 12), están construyendo un montón de torres enormes con apartamentos diminutos y terminados de segunda. Aprovechándose de las ansias de ascenso de una nueva clase trepadora que confunde los nombres de los barrios con el nivel de vida, venden una colmena de apartamentos baratongos ofreciendo el sueño del bobo de vivir en ¡El Poblado! Y muchos se tragan la idea incomprensible de que es mejor apeñuscarse en 50 metros cerca de las transversales que vivir 90 al lado de una estación del Metro en El Estadio.

El problema es que la comuna 14 se cuelga de las laderas más inestables de la ciudad, no tiene vías de acceso para evacuar los vehículos que hay (mucho menos los que vienen), carece de servicios suficientes, no tiene andenes, parques, plazas, transporte público suficiente. La comuna 14 no fue pensada como barrio sino como suburbio residencial con grandes zonas verdes. Se suponía que iba a ser el paraíso de los más pudientes. Ahora es el paraíso de la pólvora, los mariachis, los centros comerciales y los hipermercados. Día tras día cabe menos la gente. Y no es la que camina, pues en esta comuna no se puede caminar, sino la que anda en carro, una persona por carro, dos carros por familia.

Las colas asfixian, el esmog ya empieza a sentirse, sube el ruido, se talan los árboles (en especial entre el 24 de diciembre y el 6 de enero, cuando nadie trabaja ni hay vecinos que protesten), desaparecen las pocas casonas y áreas verdes que quedaban todavía. En la comuna 14 no hay ni un solo parque con zonas verdes. Hay uno privado, es cierto, el campo de golf del Club Campestre, pero ningún alcalde ha tenido la buena idea de comprar los grandes lotes de algunas finas antiguas (todavíaquedan dos o tres), para hacer un sitio donde la gente se pueda sentar a no hacer nada debajo de los árboles.

En lomas de poco espacio y gran pendiente, todos los días, una fila de malhumorados choferes se marcha pasito a paso hacia el trabajo, o vuelve parachoques contra parachoques de la oficina, sudando y maldiciendo por los tacos, tratando de no ver la colmena de niños que piden limosma en los semáfaroso. Como nadie camina, los carros ya no caben en los parqueaderos de las iglesias en las idas a misa. Como las calles no son anchas, no hay sitio donde estacionar. Y cada vez hay más robos, más vallenatos, másfiestas inaguantables hasta la madrugada. De noche los muchachos pasan borrachos y zumbando en los carritos de sus padres, haciendo chirriar las llantas y sin un solo guardia de tránsito que los haga parar y les mida el alcohol.

La comuna 14 está mal planeada como barrio pues fuera de unas de unas pocas manzanas alrededor del parque, nunca lo fue. Era una zona residencial semicampestres. Ahora se está quedando sin el pan y sin el queso: no es un barrio (donde se pueda ir a pie al correo, a la panadería y al café), es decir, no tiene las ventajas de socialización de la ciudad y tampoco es un suburbio, o sea que tampoco tiene el atractivo del aire puro, el silencio y el ambiente de campo. Se supone que en Medellín hay reglas calras para que no puedan construir grandes torres, ni conjuntos de casas apeñuscadas, a partir de una cierta cota en la motaña. Pero esto parece que no se cumple.

Hacia la burguesía miran otras clases, dizque en busca de un modelo de vida mejor. Pero aquí, el que mire hacia la burguesía de la comuna 14 no verá nada distinto que ruido, gente huraña y cerrada, niños malcriados, y ni siquiera un sitio digno donde vivir. Porque claro, en la comuna 14 tampoco hay una sola biblioteca, o una salita de conciertos. Había un cine, La Frontera, donde escogían mejor las películas. Tal vez una de las mayores carencias de la sociedad colombiana consiste en que ni siquiera su burguesía (que supuestamente es educada, tiene buen gusto y sabe vivir) es capaz de construir y proteger un territorio en el que la vida sea más amable y la cultura tenga un lugar.

*Esta columna fue publicada originalmente el 12 de enero de 2003 en el diario El Colombiano de Medellín.