“El increíble truco de algunos de los sitios culturales de Ámsterdam para eludir las nuevas medidas de contención de la pandemia”
La nueva variante de Ómicron nos hizo retroceder dos años, reavivó viejos miedos y nos hizo sentir culpables por bajar la guardia. Hoy en Europa tenemos países sumidos de nuevo en la pesadilla de la zona roja y las escuelas navegan a la vista siempre con el riesgo de ser clausuradas. Porque allí la importancia que le damos a la educación y a la inversión en conocimiento también se puede medir por esto: la cantidad de decretos que obligan a abrir todo menos las escuelas y a penalizar los lugares de cultura. Así en la política guiada sólo por el dinero, siempre se puede sacrificar lo que no produce riqueza.
Emilie Gordenker, directora del Museo Van Gogh de Ámsterdam, tuvo presente estas últimas medidas para contener la pandemia donde se cerraron todos los lugares de cultura mientras permanecían abiertos los centros de belleza, peluquerías y gimnasios. Así, sin desanimarse, transformó las salas del principal museo de la ciudad en un enorme salón de belleza. Entre obras atemporales, autorretratos y cerezos, llegaron cales, esmaltes y una silla de barbero. La protesta escenificada es una obra maestra del arte y poesía, lo que lleva a cuestionar un punto sumamente trivial: ¿es realmente plausible creer que en un gimnasio es más fácil mantener la distancia adecuada y los protocolos de bioseguridad que en las amplias salas de un museo? Y ¿Dónde queda la riqueza intelectual de las generaciones futuras? Emilie no se quedó sola en su protesta, el centro di dibattiti De Balie logró abrirse inventando una nueva vocación: se convirtió en una institución religiosa con el nombre de “Sociedad Filosófica, la Comunidad de la Razón”.
Fuente: Tiscali Cultura
