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?A qu? juega Uribe? (Via: Semana.com)

De un momento a otro la agenda del pa?s cambi?. De las ‘chuzadas’ escandalosas y el hurac?n noticioso de la para-pol?tica el pa?s empez? a hablar de paz, acuerdos humanitarios y excarcelaciones. En pocos d?as se empezaron a movilizar m?s de 300 guerrilleros para una eventual excarcelaci?n y se anunci? que Rodrigo Granda, el llamado ‘canciller’ de las Farc, el guerrillero m?s importante preso en Colombia, tambi?n saldr?a de la c?rcel. Esta situaci?n gener? conmoci?n e incertidumbre.

?Cu?les son entonces las motivaciones de Uribe? Cuatro, claramente visibles. La primera, una audaz y sorpresiva estrategia para buscar la paz. La segunda, desbloquear el acuerdo humanitario. La tercera, arrinconar a las Farc ante la opini?n p?blica. Y la cuarta, replantear una pol?tica exterior que mira s?lo a la Casa Blanca. Sin embargo, lo que en abstracto parece un noble gesto, en la pr?ctica conduce a callejones sin salida.

Las explicaciones que hab?a dado el presidente ?lvaro Uribe hace 15 d?as para justificar la excarcelaci?n paralela de guerrilleros, paras y para-pol?ticos, se quedaron cortas para darle alg?n sentido a la cadena de informaciones a cuentagotas.

?Qu? busca Uribe? Fue la pregunta que todo el mundo se hizo. Y como no hubo una respuesta satisfactoria, se plante? todo tipo de hip?tesis. Que se aclimataba un ‘fujimorazo’, con todo y cierre de Congreso, y en uso de supuestas atribuciones constitucionales que existen para las “razones de Estado”. O que la liberaci?n de ?ngrid Betancourt era inminente como resultado de pactos secretos entre las Farc y el reci?n estrenado presidente de Francia, Nicolas Sarkozy. La senadora Piedad C?rdoba asegur? que la guerrilla soltar?a a ?ngrid y a los estadounidenses secuestrados a cambio de ‘Sonia’ y ‘Trinidad’ -guerrilleros de las Farc extraditados a Estados Unidos- y de Rodrigo Granda. La Presidencia desminti? el cuento.

En la vor?gine de rumores, rectificaciones e historias fant?sticas que ten?an como com?n denominador la estupefacci?n colectiva, circularon tambi?n interpretaciones sobre lo que pod?a estar pasando por la cabeza de ?lvaro Uribe. Se habl? de que hab?a decidido darle un giro a su Presidencia para convertirse en el l?der de un acuerdo con la guerrilla. Y tambi?n se mencion? la necesidad de darle un timonazo a la agenda p?blica para evitar el debate -y la cr?tica- sobre su intenci?n de sacar de la c?rcel a los para-pol?ticos, muchos de ellos uribistas.

Y, si esta era la intenci?n, sirvi?. Desde hace una semana, en los titulares de prensa s?lo se habla del eventual papel que podr?a jugar Francia frente a los colombianos secuestrados por las Farc, y en particular frente a ?ngrid Betancourt. Lo cierto es que algo se est? cocinando. Hubo conversaciones telef?nicas del nuevo presidente, Sarkozy, con Uribe. El comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, viaj? desde La Habana -donde adelanta negociaciones de paz con el ELN- a Par?s a verse con el nuevo jefe del El?seo. Y aunque casual, porque estaba previsto por otras razones, en los mismos d?as pas? por la capital francesa el director de Voz, Carlos Lozano, uno de los pocos que conoce qu? est?n pensando los miembros del Secretariado de las Farc.

Tambi?n se supo que la fecha anunciada por el presidente Uribe como plazo inexorable -“por razones de Estado”– para soltar a los guerrilleros de las Farc, coincid?a con la culminaci?n de la cumbre anual del G-8 en la ciudad de Heiligendamm, en el norte de Alemania. Y que Sarkozy le comunic? a Uribe que si hac?a gestos contundentes sobre su disposici?n a comprometerse con el acuerdo humanitario, como la liberaci?n de Granda y compa??a, buscar?a all? un apoyo para su gobierno y para su nueva causa. El G-8 re?ne a los principales pa?ses industrializados del mundo -Estados Unidos, Canad?, Jap?n, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia- m?s Rusia, que asiste como invitado permanente.

Mucho movimiento, pues, en las salas de redacci?n, en el Palacio de Nari?o y hasta en Par?s. Pero muy poco, por no decir ninguno, en la espesura de las selvas colombianas: las Farc, antagonistas naturales de esta inesperada e intempestiva campa?a, no dijeron esta boca es m?a. S?lo se conocieron unas declaraciones et?reas de ‘Ra?l Reyes’, publicadas en un peri?dico alem?n, sin precisi?n sobre la fecha en que se pronunciaron, que denotan un indiscutible escepticismo sobre las excarcelaciones unilaterales de guerrilleros de su organizaci?n.

Audaz estrategia para buscar la paz

Fue la tesis que m?s circul? hace una semana y, de alguna manera, fue la explicaci?n del gobierno para sus planes de excarcelar guerrilleros, paramilitares y congresistas detenidos. Significa que Uribe considera que una Presidencia exitosa de ocho a?os no puede dejar de lado un intento por solucionar el problema m?s grave del pa?s: el conflicto interno. Y que, en consecuencia, el ?nfasis del primer cuatrienio en combatir las Farc y derrotar al terrorismo se debe reemplazar por un esfuerzo de negociaci?n. Una segunda fase de la ‘seguridad democr?tica’, construida sobre la reducci?n de los ?ndices de violencia logrados gracias a la primera.

En consecuencia, la estrategia integral contempla beneficios para todos. Para las Farc, liberaci?n unilateral de presos. Para el ELN, negociaciones en La Habana que contemplan un canje. Para los paras, terminar los procesos bajo la Ley de Justicia y Paz y pagar las condenas en granjas agr?colas, con garant?as de no extradici?n. Y para los congresistas -lo mismo que para los dem?s colaboradores del paramilitarismo-, reemplazarles el C?digo Penal por la beneficiosa norma de justicia transaccional: la famosa Ley de Justicia y Paz.

Al id?lico cuadro anterior le faltan piezas esenciales y tiene tuercas sueltas. La din?mica pol?tica de las Farc, el ELN, los paramilitares y los para-pol?ticos no coinciden ni en el tiempo ni en su esencia. Por algo los primeros hechos se limitan a las excarcelaciones de los guerrilleros de las Farc, que son inmediatos. Pero nada garantiza que la bicicleta est?tica del ELN empiece a marchar. Ni que la no extradici?n de los jefes paras sea aceptable para Estados Unidos. Ni que el Congreso apruebe las normas que se necesitar?an para acortar las penas de los congresistas que lleguen a ser condenados por haberse aliado con los paras.

Tambi?n hay dificultades pol?ticas. La falta de consenso es grave, para una estrategia de tantos riesgos y tan pol?mica, y las posibilidades de construirlo son precarias en el clima de pugnacidad que ha creado el propio gobierno con la oposici?n. El Partido Liberal y el Polo han desenvainado sus espadas contra esta propuesta que ven m?s como un pacto por la impunidad que como una f?rmula m?gica para la paz. Incluso hay partidos uribistas que est?n tan desinformados y perplejos como los colombianos del com?n. Y, todav?a m?s, hay aliados del uribismo que rechazan por principio la idea de las excarcelaciones masivas. Esta hip?tesis, la del gran pacto para volver la p?gina de la violencia, est? coja, manca y tuerta. Al menos por ahora.

Desbloquear el intercambio humanitario

Uribe quiere quitarse de encima el sambenito de que no ha hecho nada por los secuestrados. Su plan tiene varias puntas de lanza. De una parte, libera en forma unilateral a los presos de las Farc, entre ellos a canjeables como Rodrigo Granda, ante lo cual la guerrilla quedar?a presionada para hacer lo mismo con algunos secuestrados. Eso facilitar?a una liberaci?n mutua sin necesidad de hacer un despeje en los municipios de Florida y Pradera, que es la condici?n que han puesto las Farc. En otras palabras, buscar?a el intercambio sin el costo de concederle a la guerrilla su m?xima aspiraci?n. Una pieza m?s del ajedrez es la aspiraci?n de convertir a Rodrigo Granda en vocero y l?der de la comunicaci?n entre las Farc y el gobierno, en una figura que se asemeja a la que cumpli? Francisco Gal?n con el ELN.

Pero esta noble idea tambi?n tiene graves inconvenientes. El principal es que no es acordada con las Farc -la liberaci?n es un gesto, y no un acuerdo- y esta guerrilla ha demostrado que interpreta los actos unilaterales como s?ntomas de debilidad. ‘Tirofijo’ y sus hombres demostraron en el Cagu?n que les cuesta trabajo pactar concesiones, que son duros para negociar y que no suelen incluir en sus c?lculos estrat?gicos consideraciones pol?ticas sobre su imagen. M?s dif?cil aun es que reaccionen a lo que el gobierno Uribe -al cual consideran, seg?n han dicho, favorable al paramilitarismo e ileg?timo- hace en forma unilateral. O que acepten como vocero a alguien designado por la contraparte, as? tenga dentro de las Farc la importancia de Rodrigo Granda. Esta posibilidad, en conclusi?n, tambi?n tiene reparos serios. Otra cr?tica la hizo el ex senador Rafael Pardo en su columna de El Tiempo: no es claro que la liberaci?n de presos sea un precio menor que el despeje, para hacer el intercambio.

Arrinconar a las Farc ante la opini?n

La tercera posibilidad se deriva de la anterior. El gobierno Uribe no es tan ingenuo como para esperar que su gesto de liberaci?n de centenares de prisioneros de las Farc conmueva el coraz?n del Secretariado. Sin embargo, al hacerlo y no obtener respuesta, pone contra la pared a la guerrilla. En especial, ante la comunidad internacional. Y ante algunos pa?ses, como Francia, donde sindican al gobierno, m?s que a la propia guerrilla, de la responsabilidad por la ausencia de un acuerdo humanitario.

La batalla de opini?n con las Farc tendr?a, incluso, otros componentes. Una serie de giras del vicepresidente, Francisco Santos, por ejemplo, para denunciar el secuestro y pedirle al mundo que condene a la guerrilla por sus crueldades. Para ello contar? con s?mbolos como el propio ‘Pacho’, el canciller Fernando Ara?jo y Jhon Frank Pinchao, el polic?a subintendente que se les vol? a las Farc. Sus testimonios contribuir?an a despertar la sensibilidad internacional sobre la ferocidad del secuestro.

Esta tesis tiene un problema. Las Farc no puede estar m?s aisladas. Y algo m?s, no parece importarles. Tanto en Estados Unidos como en la Uni?n Europea est?n en la lista de organizaciones terroristas. Tienen tres gringos secuestrados y una ciudadana colombo-francesa. M?xico les cerr? la oficina que mantuvieron durante a?os en la capital azteca. Y contra el secuestro se han producido campa?as de mucho impacto por varias organizaciones de derechos humanos. Si acorralar a las Farc es el gran prop?sito de las liberaciones masivas, se incurrir?a en la contradicci?n de soltar secuestradores para lograr apoyo en contra del secuestro. Una ecuaci?n que no cuadra. Y que ser?a, m?s bien, producto de una obsesi?n radical del gobierno contra las ONG, cuyas denuncias a los horrores de la guerrilla siempre le parecen pocas. Y contra unas Farc que, en t?rminos pol?ticos, ya est?n acorraladas. No s?lo en el mundo, sino en el pa?s. Basta mirar todas las encuestas.

Mirar m?s a Europa

La ?ltima tesis que se puede tejer sobre los objetivos del gobierno Uribe tiene que ver con la pol?tica exterior. El alineamiento con Washington se est? volviendo insostenible y costoso. La posible postergaci?n del TLC deja la sensaci?n de que el T?o Sam no corresponde con generosidad al apoyo leal de Colombia en los ?ltimos cuatro a?os. Y para abrir nuevas dimensiones diplom?ticas se necesita hacer gestos contundentes de que el gobierno Uribe est? corrigiendo, o al menos ajustando, el discurso bushista sobre el terrorismo. Estas actitudes, sin duda, caen bien en los pa?ses latinoamericanos que hoy tienen gobiernos de izquierda.

El foco de esta estrategia, sin embargo, ser?a Francia. Las relaciones con el gobierno del salido presidente Jacques Chirac fueron p?simas. Casi hostiles. Y da?inas, por su efecto en los lazos con otros pa?ses de Europa. La transici?n al nuevo gobierno ha ofrecido una oportunidad para enmendar la tarea. Durante la campa?a, todos los candidatos se pronunciaron sobre ?ngrid Betancourt. Sarkozy les envi? un mensaje a los miembros de la familia, en que les anunciaba que la liberaci?n de la ex candidata presidencial ser?a una prioridad de su gobierno. Posteriormente, en el discurso de la victoria electoral, se refiri? a un grupo de v?ctimas de la violencia en todo el mundo, entre las cuales figur? ?ngrid. Y el d?a despu?s de su posesi?n como Presidente de Francia, recibi? a M?lanie, la hija mayor.

La semana anterior hubo nuevos avances. Los dos mandatarios hablaron telef?nicamente en varias oportunidades y Luis Carlos Restrepo visit? a Sarkozy en el Palacio del Eliseo para explicarle los planes de la excarcelaci?n de guerrilleros. Lo cual fue bien recibido y motiv? declaraciones moderadamente optimistas de parte del nuevo mandatario. Parad?jicamente, la visita de Restrepo a Par?s se hizo a prop?sito del malestar que caus? el discurso pronunciado por el presidente Uribe despu?s de la liberaci?n de Pinchao, en el que reiter? su convicci?n en la conveniencia de buscar el rescate de los secuestrados por la v?a militar.

En lo que se refiere a Francia, las movidas de Uribe han operado bien. Lo anterior no significa, sin embargo, que los positivos avances con Francia se extiendan a todas partes. En otros pa?ses no se ver? con buenos ojos la liberaci?n de miembros de un grupo terrorista. En el Congreso de Estados Unidos, en un momento crucial para el TLC y el Plan Colombia, todav?a hay grupos sensibles al tema del terrorismo. No hay que olvidar que el propio gobierno colombiano ha justificado la ayuda militar con el argumento de que necesita fortalecer a las Fuerzas Armadas para combatir a las Farc.

Tampoco es realista pensar que Francia va a lograr un gran compromiso a favor de Colombia en la reuni?n de esta semana del G-8. Estas cumbres se negocian con meses de anticipaci?n, son formales y protocolarias, y en todo caso tienen prioridades de alta pol?tica que en los actuales momentos tienen que ver con la crisis del Oriente Medio, la nueva guerra fr?a con Rusia y los peligros nucleares. Es poco probable que a Colombia le dediquen m?s que, si acaso, una menci?n peque?a y formal en la declaraci?n final. Lo cual ser?a un objetivo muy precario como ‘raz?n de estado’ para liberar a 300 guerrilleros.

Lo que est? en juego

En todas las hip?tesis, en s?ntesis, hay graves problemas. Ninguna es satisfactoria, lo cual alimenta la interpretaci?n que han hecho en la oposici?n: que Uribe simplemente quiso cambiar la agenda informativa para evitar que la opini?n p?blica siguiera concentrada en el inc?modo esc?ndalo de la para-pol?tica que salpica a tantos congresistas uribistas. O, tambi?n, que al final se trata de montar algo que parece una iniciativa de paz global y aplicable a todos los grupos ilegales para legitimar, al final, el otorgamiento de beneficios para los congresistas involucrados.

Lo cierto es que el costo y los riesgos de las excarcelaciones son demasiado altos. A Uribe lo eligieron para derrotar a las Farc y para meter a sus miembros en la c?rcel. Sus ?xitos en esta materia lo mantienen en el curubito de la popularidad. Pero la gran noticia que esperaban los colombianos era la de la captura de alg?n pez gordo del Secretariado, y no la liberaci?n de Granda. En el s?bito cambio de tercio, adem?s, queda la sensaci?n de que el gobierno ha actuado con improvisaci?n. Los anuncios a cuenta gotas han sido contradictorios. Y hay una indiscutible desproporci?n entre medios y fines: liberar a tanto guerrillero es un precio demasiado alto para cambiar la actitud, por ejemplo, de Francia. O para acorralar supuestamente a las Farc, que ya est?n muy desprestigiadas por cuenta de los secuestros de extranjeros. O para calmar a una minor?a, muy reducida, que culpa al gobierno, y no a las Farc, por el largo cautiverio de los secuestrados.

Ni hablar de los mensajes que se le env?an a la sociedad y las instituciones con las excarcelaciones masivas de guerrilleros sin contraprestaci?n ?Qu? pensar? un colombiano com?n cuando vea que guerrilleros con graves delitos a cuestas salgan de la c?rcel? ?Que pensar? la Fiscal?a, despu?s del dif?cil y tortuoso trabajo que hizo para investigarlos? ?Qu? pensar?n los jueces que se atrevieron a condenarlos? ?O los miles de polic?as y soldados que arriesgaron sus vidas para capturarlos? ?Cu?nto le cost? al Estado la captura y condena de cada uno de esos guerrilleros?

La apuesta de Uribe es alta y ambiciosa. Pero tambi?n es riesgosa. Un triple salto mortal, sin la certeza de que existe debajo una red protectora.