Justo en este momento, el eje de la Tierra está inclinado 23,5 grados en dirección al Sol, dando lugar al día más largo y la noche más corta de todo el año.
Se trata de una fecha cargada de simbolismos y de magia, en la que las deidades de la naturaleza, las hadas y los duendes andan sueltos por los campos para bendecirlos, siendo posible tropezarse o comunicarse con ellos.
En la tradición pagana, este es el momento en el que la Diosa Madre queda embarazada del Dios, que se encuentra en la cumbre de su poder y su esplendor. Es cuando el Rey Acebo (la senectud) renace y expulsa al Rey Roble (la juventud), dando lugar a que los días vayan en disminución a partir de ahora, hasta cumplir un nuevo ciclo con la llegada del Solsticio de Invierno. Pero este sacrificio del Rey Roble no es en vano, ya que gracias a él los campos seran nutridos y muy pronto ofrecerán sus frutos para la cosecha.
Las celebraciones del Solsticio de Verano están repletas de símbolos , como las hogueras encendidas con el doble propósito de proteger y purificar.
En esta noche tradicionalmente, se recolectan las hierbas mágicas y medicinales que se usarian durante el resto del año.
Ocurre dos veces por año: el 20 ó 21 de junio y el 22 ó 23 de diciembre de cada año.