Era el año 2005 cuando cursaba los últimos años lectivos del bachillerato, una adolescente algo ambivalente pues intentaba asirme a una identidad relevante, por eso con nirvana, The Beatles, Guns N’ Roses, U2, red hot chili peppers, Blink-182 entre otros, el rock hizo parte de mi interacción. Estas bandas fortalecieron la amistad que tenía con las personas que compartían conmigo el día a día en un ámbito institucional, que lo único que busca es hacernos adaptables a los contextos socioculturales.
Salir del colegio para mí fue como adentrarme al ropero de Narnia pues en realidad te encuentras con un mundo lleno de cosas buenas y gente mala, además la incursión a nuevos espacios me llevó a ver desde otra perspectiva los acontecimientos que vivenciaba, e inevitablemente ocurrió una diáspora con ese primer grupo de amigos. Quizás fue una buena decisión porque ahora conozco gente realmente valiosa pero nunca lo sabré a ciencia cierta; el caso fue que interactué con nuevos sujetos que traían consigo algunas canciones del sello Minus que para su época fue algo novedoso y futurista. Lamentablemente esas personas no solo cargaban con música sino con algunas sustancias que para mí eran más nuevas que el Minimal, debo aceptarlo, ese primer encuentro entre música y psicodélicos fue todo un éxtasis.Por ende conjeturé una relación inexistente entre música y drogas pero eso no lo iba a racionalizar mucho tiempo después porque seguía conociendo otras sustancias como LSD, Hongos y Marihuana que lo único que hacían era fortalecer mi creencia irracional, por lo anterior no discriminaba entre ningún género de la música electrónica pues bailaba Tribal, Techno, Trace y House.
En ese momento de mi vida me sentía perdida y sin rumbo, aunque más adelante comprendería que me acerqué a esos subgrupos culturales para encontrar aceptación en mis pares que resaltaban mi identidad porque éramos rockeros o electrónicos, que ironía, éramos las jóvenes diferentes que íbamos a eventos multitudinarios para ser incluidas en un colectivo, para tener popularidad, para estar a la moda y para creerme el cuento de que era única e irrepetible.Menos mal la curiosidad siempre ha sido una de mis características y en una noche de insomnio decidí curiosear que eran esos sonidos y de donde nacía la música electrónica, me enteré que nichos en Detroit y en Chicago hacían música por su parte y sí que eran conceptos bastante diferentes pero con el mismo feeling, siempre supe que había un sonido tendiente al bien y otro al mal; la conexión que generaba el sonido concreto de los rave techno y House no me exigían consumir en exceso, pues la música sola hacía el parche, había allí una trasferencia espiritual que debía ser respetada y profundizada. Me cuestioné entonces ¿Voy a estos lugares por la música, las drogas o los “amigos”?
Ya mi contextos sociales comenzaban a deteriorarse, la universidad tenía altibajos, la familia comenzaba a alejarse y mis trabajos no duraban mucho, la agresión y los excesos eran dos palabras que me definían ¡Debía trabajar en mi yo y encontrar el sentido de vida! Por ende comencé un proceso psicológico bastante complejo pues me exigía confrontarme con mi historia pero sobretodo con mi ser.No fue fácil, es más aun continuo con esa labor pero comencé a develar que poseía un vacío existencial tan grande que inconscientemente cometía actos para rellenar un hueco, consumía en exceso y buscaba amigas forzosamente para intentar ser aceptada por los demás. En este proceso comprendí que el ser humano es un ser incompleto desde el momento de su nacimiento y su subjetividad interpreta los hechos de una forma bastante particular. En mi caso algunas personas que se fueron dejaron en mí un vacío, llevándome a cometer errores para intentar cubrir esa falta.
La comprensión de todo este proceso me ayudó a estar un poco más tranquila, a no hacer las cosas porque te llevan a la felicidad del común sino a encontrar mi convicción, mi razón de ser.
De este modo la música underground continuó acompañando mi existencia porque de una u otra forma me identifico con ella, me enseñó a respetar el arte y a aceptarme tal cual soy; encontré en ella todo el conocimiento ancestral que guardan sus beats, reconocí la tradición del jazz, del Funk y el Blues y la trascendencia oriental. Dejando como resultado a una persona que valora a la música electrónica, que reconoce que la música real es la que se hace con amor y no con fines lucrativos o comerciales, una persona que no intenta rellenarse como antes por un vacío que ya está aceptado.